“No vengo de una familia acomodada, sino cultivada”
Javier Marías
Entre los 100 mejores expedientes de
Bachillerato de España hay 68 chicas y 34 chicos. Al margen de lo que esta
estadística indica sobre un cada vez más amplio grupo de mujeres tendente a
mejorar la posición de la mujer en la sociedad, me llama la atención la sevillana
Marta Zamora Troncoso que entre esos 100 es la número 1.
Y me llama la atención porque en una
educación cuyos tres pilares sobre los que se proyecta y organiza el futuro de
los jóvenes (familia, escuela-Universidad y entorno social) van orientados a un
bienestar muy condicionado al aspecto económico y con una expectativa a “crear”
personas como alfileres en donde sus cabezas son lo menos importante, aparece
Marta con un resultado final muy diferente de a lo que parece debería ser lo
políticamente correcto después de tantas y tantas horas de formación y
aprendizaje.
Desde la familia nos “ilusionamos”
con la idea de que aquel niño/a que llevamos con 3 años por primera vez al
colegio salga de esa escuela, 15 años más tarde, con un expediente académico
inmejorable, un alumno/a competitivo, poseedor del máximo de idiomas posibles y
dispuesto a continuar los 5 años siguientes en la Universidad con esa carrera
loca que conduce a una felicidad basada en un bienestar material.
Desde los colegios se capta con
rapidez esa “ilusión” de las familias y comienzan desde el primer día, a los 3
años, a preparar un currículum que dé forma y normas de conducta adecuadas a
satisfacer las “necesidades” que la sociedad exige a los adultos.
El entorno social hace lo demás: va
lanzando mensajes de forma continua encaminados a conocer el máximo de idiomas
posibles omitiendo las diferencias culturales y/o sociales de los lugares donde
se habla inglés, alemán y francés pasando a tener una finalidad mucho más
práctica: rellenar vistosas hojas de servicios.
Y así, de la mano de esos tres
pilares, incorporamos miles y miles de “brillantes ciudadanos” que estructuran
su felicidad en tener más que el vecino; más físicos perfectos, más coches, más
amigos en facebook y más “me gusta” en instagram de forma que su contribución a
la sociedad sea ésta.
En los años de formación de nuestros
niños/as se va desvirtuando y minusvalorando
el talento del alma, el talento que no aparece en ningún CV, ubicando de
manera perfecta a aquellos que utilizan la intriga para conseguir más que el
otro o incluso van demoliendo al que posee más talento sin trabajar la
capacidad de reconocimiento a la persona de genio y persistiendo en encumbrar
al mediocre.
No es casualidad que de esta manera
aparezcan cada vez más personas mezquinas perfectamente ubicadas en esta
sociedad; sembradores profesionales de cizaña: mediocres. Dirigiendo empresas,
grupos humanos aparecen cada vez más hombres y mujeres con perfectos y amplios
CV adaptados al mundo que vivimos y que a lo largo de su formación descuidaron
el talento que emana del alma. Con una endemoniada habilidad vamos tendiendo e
incorporando a la sociedad una muy amplia red de funcionarios de la
mediocridad.
Y entonces surge siempre una Marta.
Marta decide utilizar todo su
envidiable bagaje de conocimientos y toda su admirable formación académica para matricularse en Filosofía.
Y lo razona de esta forma: “En esta época, que parece muy pragmática,
pienso que la Filosofía es muy amplia y nos hacen ser personas más libres”
En la permanente aspiración de ser
una persona que destaque en esta sociedad tendente a considerar que el éxito
viene de la mano de tener el mejor cuerpo, el mejor coche considerando que no
tenerlo te conduce a una segura mediocridad, aparecen personas diferentes,
fuera del guión.
Aparecen personas que completaron una
muy brillante formación académica para exigirse preguntas de fondo; preguntas
“incómodas”, fuera del guión. Personas que ayudan a confiar en una sociedad
mejor.
Y ese talento también se educa.
Detrás de estos ángeles hay una
familia que cultiva a ese niño/a. Familias que a lo largo del los 15 años de
escolarización siempre tuvieron una reflexión que enseñó al niño/a a valorar a
aquellos entre sus compañeros que estaban menos dotados para los libros,
aquellos no tan dotados físicamente y/o aquellos cuyo desarrollo es diferente
Detrás de estos ángeles hay un
maestro que enseñó a pensar, a reflexionar.
Detrás de estos ángeles hay un adulto
que apagó la televisión el día que se hizo público que el programa “GH VIPS”
subió de audiencia gracias a un presunto abuso sexual que se produjo entre
concursantes.
Son ángeles que siempre buscarán
respuestas por todos los demás. Serán personas que dedicarán sus conocimientos a
explicarnos en un futuro como es posible que el premio Princesa de Asturias de
la Concordia 2017 recaiga en la Unión Europea por su “modelo único de
integración política supranacional” obviando la mirada hacia los lados que en
Europa se hace a los naufragios de pateras repletas de refugiados y que han causado 3.740 muertos en el año 2016. Y
encontrarán explicaciones a tantas y tantas preguntas con el civismo que dan
las personas cultivadas.
Todo mi reconocimiento a Marta
Zamora, a su familia y a su escuela.
Mientras las familias “normales” no
dormimos para ver cómo pagar los carísimos máster post graduación de nuestros
hijos y mientras los colegios “normales” hacen evaluaciones sobre capacidades y
conocimientos a niños con 3 años, hay personas y centros educativos que, desubicadas
y fuera de contexto, forman niños y niñas como Marta que “en esta época tan pragmática, piensan que la Filosofía nos hace ser personas más libres”