Todas las tardes paseo por Toledo. Disfruto de los atardeceres de Toledo y disfruto al notar desde alguna esquina como va pasando el tiempo y va acomodandose el silencio allí donde hace un rato se escuchaba ruido de personas y cosas.
Por diferentes puntos de la ciudad se consigue ver el Tajo; vistas preciosas que invitan a hacer algún descanso.
En esos descansos me da tiempo a observar a muchos aficionados a correr detenerse junto al río. Los veo que vienen por parejas, jóvenes, menos jóvenes, mujeres, hombres y niños.
Y entre esa gente ví la semana pasada, uno de estos días de tremendo calor en los que en Toledo parece que el cielo está más bajo, a una mujer joven detenerse junto a un recodo del río. Se mojó la cara y apoyada con ambas manos a una barandilla de madera, levantó la cabeza, cerró los ojos y "miró" al cielo. Y para mí se hizo el silencio.
Todas las tardes veo marchar a mis compañeros/as de trabajo. Las 17,30...las 18,30. Es la hora donde empiezan SUS VIDAS.
Nuestro trabajo abarca unas 8, 9 horas diarias y por la peculiaridad del mismo nos obliga a sacar alguna más en nuestro tiempo en casa.
Hoy me gustaría contaros cómo creo, intuyo y en algunos casos sé la manera que tienen mis compañeros de utilizar su tiempo libre.
Sé que algunos están deseando llegar a casa para cambiarse de ropa y correr por los caminos que rodean Toledo; los hay que corren para cuidar su cuerpo, los hay que corren para cansarse más que en las horas de trabajo y así convencerse y entender con alivio que hay algo más duro que las 8, 9 horas de trabajo; los hay que corren con orden y con estrategia, sin importarles el frío y el calor, tomando tiempos, apuntando recorridos, superando la meta propuesta el día anterior; y hasta los hay que corren porque se acerca el verano y hay que perder algún kilo de más.
Y me gustan éstos casi más que ningún otro por un motivo que nos hace admirar a las personas que tenemos cerca por encima de todo: porque son capaces de hacer algo que yo sería incapaz ...echarme al monte a correr. Ellos sí.
Y sé que entre nosotros hay pequeños sabios de sus aficiones. Capaces de reconocer una especie de ave por una simple pluma: plateado, de la India o de nombre entre griego, latino e impronunciable.
Y hay compañeras que llegan a casa y comparten su estado de ánimo con algún instrumento; se dejan aconsejar por él y hablan con él en silencio, como lo hacen los artistas, porque son artistas de su afición.
Y los hay que son capaces de desarrollar su actividad laboral entre nosotros por las mañanas subiendo y bajando escaleras con una inquietud tan grande que me parece increíble que sean capaces de llegar a casa y sentarse a dibujar una miniatura diminuta durante 3 o/y 4 hora. Con una quietud y una calma que solo la puede tener alguien especial.
Y está aquella chica que llega a su casa y en silencio y soledad dedica horas y horas a terminar su carrera sacando concentración para llenar su cabeza de datos allí en donde hace unas horas estaban mil datos muy diferentes a lo que estudia.
Y están los que leen...los que hacen fotos...los que dibujan en lienzos...o a lápiz...las que bailan.
Y están los que salen con sus hijos de la mano; y su tiempo libre ya no es "libre" porque llevan de la mano unas horas de una entrega diferente; pero ellos también tendrán su hueco.
Y está el que toma decisiones, el que miramos sin comprender que él también tiene su vida, que él también tiene una foto de sus hijos o su hija en el despacho.
Noto que cuando salimos del trabajo somos VERDAD. Y esa VERDAD es la que me gusta de mis compañeros. Me gusta porque la motivación de esa VERDAD es el AMOR.
En los trabajos se está unido por causas externas y no por ayudar a los demás a crecer. Podemos atrevernos a pensar que el conocimiento de la VERDAD de las personas , compartirla, nos llevaría a sacar más provecho de todos nosotros? Podríamos entonces entender mejor un grupo de trabajo en donde tuviéramos tiempo para conocer al compañero que lee, a la que estudia, a la que habla con su piano y surgiría otro vínculo de unión.
El estrés, la presión y la ansiedad no aparecen como resultado del amor, sino de la competencia. Conociendo la VERDAD de cada uno de nosotros empezaríamos a valorar al otro como persona y tendriamos a una comunidad laboral conectada por su corazón y no solo por hacer lo mismo o por entender igual una misma idea.
Si caminamos en todas las facetas de la vida hacia una sociedad en donde lo más importante son las relaciones sociales como se entiende que no transmitamos de manera correcta que es más positivo compartir que poseer?
Parece tan difícil tratar a una persona como sujeto y no como objeto?
Preservemos la intimidad de cada uno, su mundo y su VIDA. Pero conozcamos su VERDAD.
Hagamos por preguntar al compañero que corre disciplinadamente su hora diaria cómo van sus tiempos. Quizá podamos reunirnos un grupo e ir a un concierto de la artista y su piano o enterarnos qué estudia y qué día se examina nuestra compañera.
Y salí de mi silencio cuando la mujer volvió a abrir los ojos. Se volvió a mojar la cara y siguió su carrera. La seguí con la vista hasta que desapareció.
Y pensé que seguro que esa mujer, como tantas y tantos otros, tiene su trabajo y su VIDA.
Y mientras permanecía con los ojos cerrados transcurrió un corto espacio de tiempo pero sí lo suficientemente largo para hacerme entender que estamos en el mundo para amarnos como personas y no como objetos; y que si alguien cierra los ojos y "mira" el cielo quizá nos esté diciendo que algo tan inmenso como el cielo no se puede poseer, se tiene que compartir.