En Salzburgo existen varios “trabajos” que los universitarios utilizan para sacar su dinero. Uno de ellos consiste en trabajar de conductores-guías montados en una bicicleta que tiene incorporado un habitáculo en la parte delantera para que dos personas puedan sentarse; de esta forma el guía les va dando una vuelta por Salzburgo y al tiempo les va dando explicaciones de lo más interesante que deben de ver.
Me acerco a una pareja que a simple vista me resulta cuanto menos peculiar: ella es una rubia de grandes ojos azules, de estatura normal, 1,65, de anchas espaldas, ojos muy azules y de complexión fuerte, muy fuerte. Si no llega a ser porque no parece tener ningún kilo de más y porque todo es músculo, podría asemejarse a una luchadora de sumo. Su compañero es el polo opuesto: largo, largo. Muy delgado, ojos oscuros y una barba importante que acentúa aun más sus largos 1,90.
Y allí esperan ambos, cada uno en su bicicleta, a que algún turista les reclame.
Hablo con ellos y me intereso por la manera en que tienen acceso los estudiantes a estos trabajos, su relación con el Ayuntamiento en lo referente a los impuestos o conocimientos que se les exige para realizar el trabajo, etc etc. Hablamos de si alguna vez les han puesto alguna multa o si han tenido algún atropello o accidente.
La conversación es muy agradable y voy notando que ella es la que habla y habla sin parar mientras él sonríe y asiente a todos los comentarios de su compañera.
Ella, mientras habla, va moviendo los ojos de un lado a otro buscando a alguna persona o pareja para dar el paseo por la ciudad.
Y él, solo parece tener ojos para ella.
Y me intereso por el destino del dinero que están sacando, que por cierto no es poco. Y a nuestra “luchadora de sumo” se le iluminan los ojos al comentarme que piensan invertirlo en un viaje de tres meses por Sudamérica. La chica transmite tal ilusión al hablar de su viaje que es fácil imaginarla ya en alguna barca en medio del Amazonas. A él le imagino seguro en la barca; con ella. Intuyo que no le ilusiona tanto la aventura del viaje como la complicidad con la chica.
Llegado este punto de la conversación parece forzoso cometer la indiscreción de preguntar por la relación que mantienen. Y ella sin perder la sonrisa en ningún momento me responde que hasta hace unos días eran novios... que lo han dejado hace poco.
Y a mi cara de circunstancias ante mi imprudente pregunta, ella mantiene su alegría y su amplia sonrisa para añadir :”pero nos vamos igual a Sudamérica”.
Ahora estoy en el avión de vuelta a casa escribiendo esta experiencia de aquella tarde en Salzburgo.
Y avisan por los altavoces que hay importantes turbulencias en el vuelo. Y forzosamente tengo que comparar estas turbulencias del vuelo con las turbulencias que me causó la naturalidad y complicidad con que van a hacer el viaje los dos estudiantes de Salzburgo.
Y pienso que debe de ser maravilloso colocar los sentimientos de una manera tan estratégica en cualquier organización práctica. La convivencia formal entre una pareja comprometida no altera para nada los planes comunes que puedan hacerse. “Formal” he dicho?
Qué está bien, qué es mejor?
Solo se habrá alterado la relación física?
El diálogo seguirá igual? Las conversaciones?
No se colará en Sudamérica algún comentario a modo desliz inoportuno recordando los proyectos que como pareja tenían? O no los tenían?
Las turbulencias paran.
El vuelo recupera su normalidad.
Pasarán unos meses y ojalá nuestra “luchadora de sumo” y nuestro particular “Don Quijote” consigan sacar el dinero suficiente para su viaje.
Y lo harán sin ser novios. Como buenos, muy buenos amigos. Y quizá tengan la oportunidad de demostrarse una amistad tan exquisita situándola por encima del amor.
Esta turbulencia en las relaciones, en su organización y funcionamiento me admira, me asusta y hasta me divierte.
Pero por encima de costumbres y modas, algo durará siempre: los ojos con los que él la mira.
Allá donde viajen y estén siempre surgirán los planes de amigos, caminos por descubrir y países que visitar. Y lo harán como buenos amigos; incluso como los “mejores amigos”.
Para ella será un viaje sin turbulencias.
Para él me parece un misterio, porque intuyo que por encima de modas y costumbres él no podrá disimular su mirada que solo está puesta en ella.
Suerte a los dos