En el camino por carretera A-42 de Toledo a Madrid, y a unos 30 km de la entrada en la capital, al pasar bajo un puente, se puede ver una inscripción que dice "María te amo. Raúl".
Supongo que María tendrá conocimiento de la declaración pública de Raúl. No solo por el excepcional método elegido por su amado, sino también por lo enorme que es el cartel.
Confieso que nunca me han gustado esas inscripciones en las paredes de ciudades, pueblos y carreteras de España. "Por fin se casan Julia y Roberto el día 20 de julio" como avisando a la feliz pareja que la noche de ese día 20 de julio va a ser larga en la celebración de los amigos ...; o "Richard, nunca te olvidaré" compartiendo con todo el que pase frente al cartel la desgracia de la anónima escritora porque Richard la dejó o lo que es peor: está con otra...; o "te acordarás de mí" que suenan más amenazantes y peligrosos.
Y no me gustan porque compartir la intimidad con un amigo ya me parece que entraña sus riesgos, pero exponerlos al público en general ya me parece triste y deprimente.
Y con esa opinion sobre las inscripciones en paredes de cualquier lugar me he cruzado cientos de veces con Raúl y su declaración de amor; declaracion de amor a la vista de todos los conductores de la muy circulada carretera A-42.
Pero como si se tratara de un virus extraño que va tomando forma en mí, no puedo dejar de pensar en cuanto me monto en el coche y salgo de Toledo, en el cartel del km 30. Me intriga si seguirá allí.
Y siempre está!
Y a base de estar y estar tengo que confesar, muy a mi pesar, que la inscripción me ha ido conquistando.
En una época donde la necesidad (condición que los humanos asimilamos como más pasejera y cambiante) es más fuerte que la moral, semejante declaración de amor sorprende.
En un tiempo en donde los emoticones de las redes sociales sustituyen a las citas a escondidas, los emails sustituyen a las cartas a mano o las flores que mandamos a nuestra amada son dibujos y no huelen, empieza a causar admiración como hay todavía alguién que se encarama a un puente de carretera para encontrar una vía en su declaración de amor que se me antojaba perdida y olvidada.
Tengo que reconocer que el proceso de conquista actual no me gusta nada. Y entre los muy variados y sorprendentes está el ya citado de los emoticones. El primero elegido suele ser uno a modo de "carita guiñando un ojo" para dar paso al que aparece como "una cara lanzando un beso furtivo y despistado". Y si las cosas van bien damos paso al más comprometido de "una carita con un beso y un corazón en la parte superior" para terminar en el ya definitivo "una carita con dos corazones".
No me convence.
Y entiendo su comodidad. Puesto que todo este proceso "amoroso" se puede hacer mientras se está viendo un partido de fútbol, en una gasolinera cargando combustible o hasta desde el más triste y peligroso que pudiera ser en la fila de un banco para ver como van nuestras cuentas.
Y no digamos ya la receptora: que puede estar en medio de un exámen, con su madre en Mercadona o lo que es más frustante: con otro.
No me convence. Prefiero a Raúl.
Y prefiero a Raúl porque en su cartel sustituye el normal "te quiero" por el más lejano en el tiempo "te amo". Querer se quiere a un coche, una nueva casa, una cena en un buen restaurante, se puede querer a María sin amarla, y hasta se puede querer...a la amiga de María.
Amar es otra cosa.
Amar suena a persona, a alma y a incondicionalidad. Amar suena a insustituible. Amar suena cursi... y lo cursi no está de moda; es pasado.
Querer tanto y tanto las cosas está haciendo daño. Y si una de las cosas que queremos son personas todavía peor.
Entiendo que amar es algo interior, que no tiene cerebro ni estructura lógica; a veces no tiene ni sentido. Es como la música que sin entender de ella, nos llena tanto que somos capaces de escuchar y escuchar siempre la misma melodía.
En medio de este caos social y de falta de integridad, el amor es un arma que salvará de la destrucción que vivimos al género humano. Y esta manera de enfocar la relación suena a retrógada y pasada en el tiempo; y empiezo a creer que es todo lo contrario: es un punto de esperanza.
Y de esta manera tan lenta y sutil me fué conquistando Raúl. Porque sin ninguna verguenza ni temor, firma el cartel con orgullo y valentía, entendiendo que TODO se puede ocultar menos su amor por María.
La firma es lo que te piden sí o sí en los créditos bancarios , en los compromisos laborales o en las notarías. Firmar porque amas es un acto voluntario, con un único testigo que eres tú mismo. Hacerlo público y notorio es sobre todo "bello". Podría ser "bonito", pero influenciado por la manera de expresarse de Raúl entiendo que hablando de amor las cosas son bellas..., si fuera refiriendose a un coche sería "bonito".
Ayer volvía de Toledo después de un verano de viajes y múltiples cambios.
Y entre estos cambios uno me ha sorprendido: el cartel del km 30 en la A-42 ha desaparecido.
Posiblemente la Guardia Civil de Tráfico entendiendo que despistaba a los conductores, la concejalía del pueblo responsable de la limpieza de esa zona o quién sabe si las amigas de la propia María lo han hecho desaparecer.
Seguiré tomando esa carretera a Madrid desde Toledo y echaré de menos a Raúl por su vuelta de tuerca al pasado; por hacerme ver que las novelas de amor tienen todavía cabida y por el punto de esperanza que me suponía leer su enorme cartel.
A veces paso ahora bajo el puente y veo personas que cruzan de un lado a otro de la vía. Y entre esta gente que va y viene a veces veo a alguna chica caminando sola. Y tengo la ilusión de que sea María esperando a Raúl.
Supongo que María tendrá conocimiento de la declaración pública de Raúl. No solo por el excepcional método elegido por su amado, sino también por lo enorme que es el cartel.
Confieso que nunca me han gustado esas inscripciones en las paredes de ciudades, pueblos y carreteras de España. "Por fin se casan Julia y Roberto el día 20 de julio" como avisando a la feliz pareja que la noche de ese día 20 de julio va a ser larga en la celebración de los amigos ...; o "Richard, nunca te olvidaré" compartiendo con todo el que pase frente al cartel la desgracia de la anónima escritora porque Richard la dejó o lo que es peor: está con otra...; o "te acordarás de mí" que suenan más amenazantes y peligrosos.
Y no me gustan porque compartir la intimidad con un amigo ya me parece que entraña sus riesgos, pero exponerlos al público en general ya me parece triste y deprimente.
Y con esa opinion sobre las inscripciones en paredes de cualquier lugar me he cruzado cientos de veces con Raúl y su declaración de amor; declaracion de amor a la vista de todos los conductores de la muy circulada carretera A-42.
Pero como si se tratara de un virus extraño que va tomando forma en mí, no puedo dejar de pensar en cuanto me monto en el coche y salgo de Toledo, en el cartel del km 30. Me intriga si seguirá allí.
Y siempre está!
Y a base de estar y estar tengo que confesar, muy a mi pesar, que la inscripción me ha ido conquistando.
En una época donde la necesidad (condición que los humanos asimilamos como más pasejera y cambiante) es más fuerte que la moral, semejante declaración de amor sorprende.
En un tiempo en donde los emoticones de las redes sociales sustituyen a las citas a escondidas, los emails sustituyen a las cartas a mano o las flores que mandamos a nuestra amada son dibujos y no huelen, empieza a causar admiración como hay todavía alguién que se encarama a un puente de carretera para encontrar una vía en su declaración de amor que se me antojaba perdida y olvidada.
Tengo que reconocer que el proceso de conquista actual no me gusta nada. Y entre los muy variados y sorprendentes está el ya citado de los emoticones. El primero elegido suele ser uno a modo de "carita guiñando un ojo" para dar paso al que aparece como "una cara lanzando un beso furtivo y despistado". Y si las cosas van bien damos paso al más comprometido de "una carita con un beso y un corazón en la parte superior" para terminar en el ya definitivo "una carita con dos corazones".
No me convence.
Y entiendo su comodidad. Puesto que todo este proceso "amoroso" se puede hacer mientras se está viendo un partido de fútbol, en una gasolinera cargando combustible o hasta desde el más triste y peligroso que pudiera ser en la fila de un banco para ver como van nuestras cuentas.
Y no digamos ya la receptora: que puede estar en medio de un exámen, con su madre en Mercadona o lo que es más frustante: con otro.
No me convence. Prefiero a Raúl.
Y prefiero a Raúl porque en su cartel sustituye el normal "te quiero" por el más lejano en el tiempo "te amo". Querer se quiere a un coche, una nueva casa, una cena en un buen restaurante, se puede querer a María sin amarla, y hasta se puede querer...a la amiga de María.
Amar es otra cosa.
Amar suena a persona, a alma y a incondicionalidad. Amar suena a insustituible. Amar suena cursi... y lo cursi no está de moda; es pasado.
Querer tanto y tanto las cosas está haciendo daño. Y si una de las cosas que queremos son personas todavía peor.
Entiendo que amar es algo interior, que no tiene cerebro ni estructura lógica; a veces no tiene ni sentido. Es como la música que sin entender de ella, nos llena tanto que somos capaces de escuchar y escuchar siempre la misma melodía.
En medio de este caos social y de falta de integridad, el amor es un arma que salvará de la destrucción que vivimos al género humano. Y esta manera de enfocar la relación suena a retrógada y pasada en el tiempo; y empiezo a creer que es todo lo contrario: es un punto de esperanza.
Y de esta manera tan lenta y sutil me fué conquistando Raúl. Porque sin ninguna verguenza ni temor, firma el cartel con orgullo y valentía, entendiendo que TODO se puede ocultar menos su amor por María.
La firma es lo que te piden sí o sí en los créditos bancarios , en los compromisos laborales o en las notarías. Firmar porque amas es un acto voluntario, con un único testigo que eres tú mismo. Hacerlo público y notorio es sobre todo "bello". Podría ser "bonito", pero influenciado por la manera de expresarse de Raúl entiendo que hablando de amor las cosas son bellas..., si fuera refiriendose a un coche sería "bonito".
Ayer volvía de Toledo después de un verano de viajes y múltiples cambios.
Y entre estos cambios uno me ha sorprendido: el cartel del km 30 en la A-42 ha desaparecido.
Posiblemente la Guardia Civil de Tráfico entendiendo que despistaba a los conductores, la concejalía del pueblo responsable de la limpieza de esa zona o quién sabe si las amigas de la propia María lo han hecho desaparecer.
Seguiré tomando esa carretera a Madrid desde Toledo y echaré de menos a Raúl por su vuelta de tuerca al pasado; por hacerme ver que las novelas de amor tienen todavía cabida y por el punto de esperanza que me suponía leer su enorme cartel.
A veces paso ahora bajo el puente y veo personas que cruzan de un lado a otro de la vía. Y entre esta gente que va y viene a veces veo a alguna chica caminando sola. Y tengo la ilusión de que sea María esperando a Raúl.