la Naturaleza ayuda a respetar

A unos 30 kilómetros de Salzburgo y entrando en Alemania encuentras el lago Hintersee.
16 hectáreas de agua rodeadas de grandes montañas por donde puedes acceder por dos carreteras estrechas o si prefieres hacerlo a pie a través de un camino cruzando el "bosque encantado", una preciosa ruta/paseo junto a un río.

Una vez en el Hintersee, dar la vuelta al lago nos lleva normalmente unos 45 minutos, aunque debido principalmente a las maravillosas vistas que nos va deparando el paseo podríamos estar todo el tiempo que quisiéramos.

Algunas litografías de cuadros/dibujos que algunos pintores del siglo pasado hicieron en esta zona acompañan el paseo. Están situados en el mismo sitio en donde fueron pintados en du día. Completa la "decoración humana" una serie de bancos estrategicamente colocados a lo largo del recorrido; en ellos se pueden ir haciendo breves paradas.

Hace unos días hice ese paseo, sin prisas.
En una esquina del lago encontrarás una cafetería con una pequeña terraza; y allí, sentadas alrededor de una mesa,ví a tres religiosas de unos 70-80 años cada una.
Daban cuenta de tres enormes pasteles con todo tipo de contenido: nata, crema y fresas componiendo un edificio dulce distribuido en tres grandes pisos. Coviene aclarar que en esta zona de Baviera los pasteles tienen un volumen y una altura solo comparable a la de las cervezas. Estuvimos hablando muy brevemente, pero sí el tiempo suficiente para que me contaran que desde hace unos 40 años, y coincidiendo con algún tiempo libre que tuvieran, procuraban venir a ese lugar. Por lo menos una vez cada 12 meses.
Y me transmitieron una complicidad con el paisaje muy particular, un orgullo del que se siente partícipe de esa maravilla de la naturaleza, de las personas que no necesitan estar para admirar lo que sus ojos ven; para ellas era la confirmación de que ese Alguién al que las tres han entregado su vida es el causante de esa maravilla. No transmitieron sensación de admiración; más bien eran miradas entre desafiante y felices: las miradas de personas convencidas de su Verdad. Los inmensos pasteles que reposaban encima de la mesa sí eran un placer puesto ahí por los humanos, que se puede comprar y elegir; la naturaleza frente a ellas es su Vida...y a  ver quién las contradice en semejante escenario! a ver quién es el valiente que es capaz de argumentarlas que todo aquel paraje es producto de casualidades admosféricas o combinaciones de distintas épocas. Yo desde luego no.  



Y siguiendo el camino, haciendo muchas paradas para intentar con mi cámara de fotos plasmar mejor las luces y combinaciones de colores y tonalidades, me crucé con una pareja joven. El chico llamaba la atención de inmediato por su altura y atlético cuerpo; rubio y de ojos oscuros...lo que al día de hoy llaman pivon y los más entrados en años llamamos un chico guapo.
Ella era por el contrario una chica baja, de aspecto descuidado. Cara redonda y ojos pequeños. Una chica bastante lejana a lo que los adultos entendemos por una chica guapa.
Ambos caminaban directos y decididos a algo parecido a una playa pequeña situada en un recodo del lago; un espacio de unos 10 metros en donde un visible cartel avisa que el agua permanece todo el año especialmente fría debida a unas condiciones atmosféricas que al día de hoy no soy capaz ni de recordar.
Y decididos se acercaron más y más a la orilla.
El chico se desnudó quedando con un único bañador; y la chica hizo la misma operación quedandose como única prenda una mínima braguita. Como siempre ocurre en las personas si las vemos por su físico, la belleza va aumentando según va desapareciendo la ropa. Y en el lado opuesto suele ocurrir lo mismo: la ausencia de cualidades físicas se va notando más a medida que nos vamos quedando sin ropa con que taparnos. Y en el caso que les cuento se confirmó esta teoría.
Sin mucha demora se introdujeron en las aguas bien frías del lago.
Y me resultó curioso notar la sintonía y el sentimiento que se palpaba entre ambos. No eran gestos efusivos ni siquiera miradas.
Recordé allí la cantidad de "planes" y "ofertas" de ocio dirigidas a la gente joven que se pueden leer en la prensa a modo de viajes de diversión en donde el placer
suele presentarse como cosas vanales; en donde espacios maravillosos de la naturaleza representados por playas inmensas son ofrecidas como excusa para un ocio "desmadrado".
Y allí estaba esta chica dando un ejemplo de PLACER diferente. Su aspecto descuidado me pareció un ejemplo de que la sintonía entre los jovenes va algo más allá que el aspecto exterior. Que "nuestro pivon" se salta estereotipos y lanza su mensaje privado y particular a todas las chicas cuyo más fiel y muchas veces único aliado es el espejo.
Me admiró el significado que dieron a la escena y el mensaje transmitiendo un tipo de ocio interiorizado y profundo, pleno por ser compartido. Libre por ser elegido entre tantas opciones de muy variado contenido. Y ejemplar por el escenario y el aprovechamiento del regalo que la naturaleza nos da...les dá.


Atrás quedaron ambos bañistas. 

La siguiente parada en mi paseo se produjo para detenerme a unos 10 metros de un banco en donde una chica de rasgos orientales permanecía sentada contemplando el lago.
A lo largo de estas jornadas me crucé con muchos orientales en los diversas ciudades y parajes que he visitado. Un condicionante me era hasta aquel día común: andan por todos los sitios en grupo, y no precisamente en grupos pequeños.
Esta chica permanecía sola, en la actitud que a mí siempre me pareció percibir de los orientales en su cultura: una belleza alcanzada a través de la armonía perfecta de las emociones. Admiran y se abstraen con especial intimidad ante lo natural y piensan y sienten que la calidad de vida depende del acceso a esa manera natural de interiorizar los paisajes y a los cosas que nos rodean.
No la ví parpadear.

Sin interrumpirla y pasando con especial cuidado para no molestar ni hacer el mas mínimo ruido seguí mi camino por el borde del lago.

Ya casi tenía terminado mi paseo, cuando me detuve en un recodo para hacer algunas fotografias. Junto a mí una de las pinturas que existen a lo largo del lago.
Un hombre se paró junto a mí. Alto, delgado y de unos 50 años. Sin ningún saludo previo, en un alemán muy claro y expresandose con mucha lentitud como adivinando que yo no era conocedor de su idioma, me dijo que era mejor contemplar la pintura que hacer las fotos, "cuando te detienes a contemplar el paisaje del lago al tiempo que
vas observando la pintura toda la naturaleza la interiorizas mucho mejor. Las fotos están en cualquier sitio pero la percepción de lo que estás viendo quedará solo para tí, para tu corazon". Comenzó entonces una conversación y supe que se trataba de un catedrático de la universidad de Hamburgo que pasaba unas vacaciones allí.
Sonriente se disculpó por su "intromisión a la intimidad" y con la misma calma que había aparecido siguió su camino en dirección contraria al mío. Y lo ví desaparcer.

Así llegué a mi punto de partida. A la largo del paseo los colores, debido a alguna nubes, habían cambiado.

Eché una última mirada a unos de los sitios más bellos que puedes encontrarte. Andaba repasando las personas tan diversas con las que me había cruzado en el paseo y en un banco orientado al lago volví a ver a las tres religiosas. Cada una con un enorme helado seguían mostrando el orgullo de saber que AQUELLO era un poco de ellas.
No quise interrumpirlas en su "meditación".
A lo lejos una chica joven andaba sentada en una roca envuelta en una toalla blanca; junto a ella un chico.
Haciendo un esfuerzo con la vista se ví a la chica oriental sentada en su banco; justo enfrente de nosotros. En la misma postura que la dejé.
Y caminando firme y tranquilo, a un ritmo único, el profesor caminaba.

La Naturaleza te lanza mensajes de paz y respeto al medio. En los paseos por los bosques es difícil escuchar un grito o una palabra más alta que otra. Es imposible encontrar a personas arrancando unas flores o cambiando de lugar un palo o una piedra.
Y volvió a confirmarme el conocer a estas personas este día, en este paseo, que quién respeta a la Naturaleza, sin querer o queriendo, respeta a las personas.