un niño culto

Las actividades externas que organizan los colegios o agrupaciones para niños tienen siempre un significado especial el último día puesto que se suelen cerrar con una fiesta.
Así vemos que la Semana Blanca, que consiste en una semana entera de actividad frenética de nieve, campamentos de verano-ya sea deportivos o culturales en el extranjero- y un largo etc en el que las familias solucionan las largas vacaciones tienen en el último día una gran celebración para los chicos. Tal es la expectación que despierta en los alumnos que es muy frecuente que la ropa que se lleva para la "última noche" ocupa más en el equipaje que la totalidad del material necesario para la semana entera de nieve.
Generalmente se trata de una fiesta en donde los chicos y chicas se lanzan a la pista de baile improvisada en algún salon del hotel o albergue donde estan alojados los niños.
El grupo con el que conviví algunos días en verano, alojados a unos 45 km de Salzburgo, había estado cuatro semanas en un curso intensivo de alemán por la mañanas para dedicar las tardes a actividades lúdicas y culturales completando de esta forma un programa para estos chicos y chicas entre los 13 y los 15 años.

La tarde previa a la "gran fiesta" de la noche los encargados del grupo reunieron a los alumnos y les recordaron el horario para la noche y algunas normas de comportamiento que de manera mas cuidadosa debian de observarse durante " la discoteca".
Las chicas empezaron a intercambiar modelos entre sí para la noche desde las 16 de la tarde aunque la fiesta tenía como hora de comienzo las 20.30...mientras los chicos andaban improvisando en las habitaciones pasos de baile para "triunfar" por la noche.

En éstas estamos cuando un alumno de 13 años se persona en la cafetería donde el grupo de monitores y profesores tomamos un café y propone que él prefiere volver esa tarde a Salzburgo, que piensa que aunque ya dedicamos un día entero a visitar esa ciudad le supo a poco.
La reacción inmediata de los responsables es un NO rotundo. Supone cambiar la programación, el bus no puede moverse para un solo alumno y un largo etc de argumentaciones que los adultos siempre tenemos en estas situaciones para "convencer" al alumno de una decision que ya está tomada de antemano. Pero Daniel, que así se llama el chico, no se conforma y va desmontando una a una la argumentación de "los jefes".
Total que al final Dani convence a los organizadores y consigue que alguién se ocupe de su traslado de ida y vuelta y acompañamiento durante la tarde por la ciudad. Ese "alguién" fuí yo.
En el último momento dos chicas de se apuntan también de forma que de esta manera a primera hora de la tarde estamos los cuatro en la bella ciudad austríaca.

Y la tarde supuso todo un descubrimiento.

Muchas veces he hecho el paseo por la Judenstrasse, la visita a la casa de Mozart, las paradas ante los improvisados cantantes en las esquinas de la ciudad, las tiendas tan cuidadas respetando fachadas y cartelería de la Edad Media pero la compañía de esta ocasion la ha hecho diferente.

Daniel es un niño que solo tienen una palabra en la cabeza: SABER.
Saber en un sentido muy íntimo y privado, desprovisto de cualquier aspecto de cara a la galería. No pretende ni busca "poder contar" a nadie lo que está viendo y conociendo. Quiere guardarlo para él. SABER por el placer íntimo de SABER.
No se siente diferente de los demás niños, entiende muy bien la otra opción de quedarse a la fiesta final; incluso le hubiera apetecido. No es diferente a los demás niños de su edad en su manera de hablar ni de comportarse. Su caminar es el de un de niño de 13 años. Su sonrisa.
Pero a lo largo de la tarde va abriendote los ojos y va conseguiendo que la conversación suba un peldaño respecto a lo que nos parece normal con chicos/as de su edad.
Consigue que el adulto que va junto a él tenga una sensación de pobreza cultural muy grande por no poder atender a todas las preguntas que se le van ocurriendo durante el paseo.
Las dos compañeras que se apuntan a la excursion improvisada van pasando de un derroche de palabras y conversaciones de todo tipo a un silencio ante el protagonismo de Daniel. Daniel cuenta que en las notas en el colegio no es ni de los buenos, ni de los malos. En deporte algo parecido y sus sábados son como los de todos los niños de su edad. Es su interés por la cultura, la historia de cada esquina, los "por qués" de las cosas y su manera de intentar conocer a las gentes lo que le hace salirse de la norma.

Los adultos dedicados a la enseñanza tenemos todas las armas para ser capaces de ubicar con rapidez a un niño con habilidades fuera de lo común para las matemáticas, la pintura, el deporte, etc etc.; incluso existen centros especializados en este tipo de niños "con capacidades especiales". La vida les tiene reservado un hueco para el reconocimiento económico y social en un futuro. Desde entidades públicas y privadas se organizan concursos, certámenes y exposiciones para atender y recompensar a estos niños.

Pero el niño que quiere "SABER" para sentirse pleno en su intimidad; que quiere "SABER" por el placer de conocer las cosas y su historia ("el misteriosos taller de Dios" le llamaba Goethe) parece no tener una sociedad preparada para atenderle, quizá por tratarse de algo que le va a llenar el alma y no el bolsillo.

Son niños que no tienen una cualidad especial para nada material, ni son guapos ni feos, ni altos ni bajos. Son niños que se salen de la norma sin reclamar atención especial, ni se muestran especialmente orgullosos por su manera de enfocar SU vida.

Son niños CULTOS.

Son niños que de una manera natural van conociendo que su HABILIDAD es diferente y que requiere de un esfuerzo especial por su parte. Un esfuerzo solitario, íntimo y privado.

Y entristece que este tipo de niños cuyo elección de vida es diferente, tengan una ubicación tan dificultosa.
Tenemos ofertas de todo tipo para los niños en donde pueden aprender chino, ofertas para aprender deportes variados y extrañísimos; talleres para todo.

Yo tuve el placer de pasar una tarde en compañía de un niño de 13 años que no tiene un taller donde apuntarse. Pero sabe y entiende que es un chico afortunado por tener ese valor y ese don que le va a proporcionar una felicidad que no le dará el dinero ni el ambiente.
Él será su propio ambiente. Convivirá con gente maravillosa: brillantes profesionales y personajes que invertirán su dinero en un coche mejor. Daniel, o mejor Dani que es como todos le llaman, tendrá un coche de menos valor. No lo dudo.
Pero mientras tú y yo -usted y yo- andemos dando vueltas buscando un hueco para aparcar, Dani estará andando por la ciudad trabajando su PLACER en la puerta de cualquier tienda antigua buscando un libro extraño o un mueble de época para decorar una esquina de su casa.

Gracias Dani por la tarde que pasamos en Salzburgo.
Diste la vuelta a las cosas. Y aquel día yo fuí el "pequeño que tengo que aprender" y tú el "mayor que ya SABE más que yo".