Un día, a principios de los 60, estaba de visita en casa de mi madre en Montreal.
Su casa está junto a un parque y en el parque hay una pista de tenis; y allí va mucha gente a ver a los jóvenes tenistas disfrutar de su deporte.
Fui a ese parque, que conocía de mi infancia, y había un joven tocando la guitarra. Tocaba una guitarra flamenca y estaba rodeado de dos o tres chicas que le escuchaban. Y me encantó cómo tocaba. Había algo en su manera de tocar que me cautivó. Yo quería tocar así y sabía que nunca sería capaz. Así que me senté allí un rato con los que le escuchaban por unos momentos y cuando se hizo un silencio, un silencio apropiado, le pregunté si me daría clases de guitarra.
Era un joven de España, y solo podíamos entendernos en un francés precario, él no hablaba inglés. Y accedió a darme clases de guitarra.
Le enseñé la casa de mi madre, que se ve desde la pista de tenis. Y acordamos un horario y el precio de las clases.
Y fue a casa de mi madre al día siguiente.
Y me dijo: "Déjame escuchar algo de lo que tocas". Intenté tocar algo y me dijo: "No sabes tocar nada, ¿no?". Dije: "No, la verdad es que no sé tocar".
Él dijo: " Primero de todo afinemos la guitarra; está completamente desafinada". Cogió la guitarra, la afinó y dijo: "No es una mala guitarra". No era como 'la Conde', pero no era una mala guitarra. Entonces me la dio y me dijo: "Toca ahora". No podía tocarla mejor.
Y me dijo: "Déjame enseñarte algunos acordes". Y cogió la guitarra. Y produjo un sonido en la guitarra que nunca había escuchado. Tocó una secuencia de acordes con 'trémolo'. Y me dijo: "Ahora hazlo tú".
Está fuera de la cuestión que no puedo hacerlo. Me dijo: "Déjame ponerte los dedos en los trastes", Y puso los dedos en los trastes. Y me dijo: "Ahora toca". Fue un desastre.
Dijo: "Vuelvo mañana".
Volvió al día siguiente, me puso las manos en la guitarra, la colocó en mi regazo, de manera apropiada y empecé otra vez con esos seis acordes. Una progresión de seis acordes en la que se basan muchas canciones flamencas. Lo hice un poco mejor ese día.
Al tercer día...mejoré. Mejoré un poco. Pero sabía los acordes ahora. Aunque todavía no podía coordinar mis dedos con mi pulgar para lograr el correcto 'trémolo'. Ya sabía los acordes. Los había aprendido muy bien.
Al día siguiente...él no vino. No vino.
Yo tenía el número de su pensión en Montreal. Llamé para ver por qué no había venido a la cita y me dijeron que se había quitado la vida, que se había suicidado.
No sabía nada de aquel hombre. No sabía de qué parte de España era. No sabía por qué había ido a Montreal. No sabía por qué se quedaba ahí. No sabía por qué apareció en esa pista de tenis. No sabía por qué se quitó la vida.
Estaba profundamente entristecido, por supuesto.
Pero ahora desvelo algo que nunca había contado en público.
Esos seis acordes, esa pauta de sonido de la guitarra han sido la base de todas mis canciones, de toda mi música.
Y ahora podrán comenzar a entender las dimensiones de mi gratitud que tengo con este país. Todo lo que han encontrado de bueno en mi trabajo, en mi obra, viene de ese lugar. Todo...todo...lo que ustedes han encontrado de bueno en mis canciones y mi poesía está inspirado por esta tierra.
Y, por tanto, les agradezco enormemente esta cálida hospitalidad que han mostrado con mi obra. Porque es realmente suya, y ustedes me han permitido añadir mi firma al final de la página.
Muchas gracias señoras y señores.
Su casa está junto a un parque y en el parque hay una pista de tenis; y allí va mucha gente a ver a los jóvenes tenistas disfrutar de su deporte.
Fui a ese parque, que conocía de mi infancia, y había un joven tocando la guitarra. Tocaba una guitarra flamenca y estaba rodeado de dos o tres chicas que le escuchaban. Y me encantó cómo tocaba. Había algo en su manera de tocar que me cautivó. Yo quería tocar así y sabía que nunca sería capaz. Así que me senté allí un rato con los que le escuchaban por unos momentos y cuando se hizo un silencio, un silencio apropiado, le pregunté si me daría clases de guitarra.
Era un joven de España, y solo podíamos entendernos en un francés precario, él no hablaba inglés. Y accedió a darme clases de guitarra.
Le enseñé la casa de mi madre, que se ve desde la pista de tenis. Y acordamos un horario y el precio de las clases.
Y fue a casa de mi madre al día siguiente.
Y me dijo: "Déjame escuchar algo de lo que tocas". Intenté tocar algo y me dijo: "No sabes tocar nada, ¿no?". Dije: "No, la verdad es que no sé tocar".
Él dijo: " Primero de todo afinemos la guitarra; está completamente desafinada". Cogió la guitarra, la afinó y dijo: "No es una mala guitarra". No era como 'la Conde', pero no era una mala guitarra. Entonces me la dio y me dijo: "Toca ahora". No podía tocarla mejor.
Y me dijo: "Déjame enseñarte algunos acordes". Y cogió la guitarra. Y produjo un sonido en la guitarra que nunca había escuchado. Tocó una secuencia de acordes con 'trémolo'. Y me dijo: "Ahora hazlo tú".
Está fuera de la cuestión que no puedo hacerlo. Me dijo: "Déjame ponerte los dedos en los trastes", Y puso los dedos en los trastes. Y me dijo: "Ahora toca". Fue un desastre.
Dijo: "Vuelvo mañana".
Volvió al día siguiente, me puso las manos en la guitarra, la colocó en mi regazo, de manera apropiada y empecé otra vez con esos seis acordes. Una progresión de seis acordes en la que se basan muchas canciones flamencas. Lo hice un poco mejor ese día.
Al tercer día...mejoré. Mejoré un poco. Pero sabía los acordes ahora. Aunque todavía no podía coordinar mis dedos con mi pulgar para lograr el correcto 'trémolo'. Ya sabía los acordes. Los había aprendido muy bien.
Al día siguiente...él no vino. No vino.
Yo tenía el número de su pensión en Montreal. Llamé para ver por qué no había venido a la cita y me dijeron que se había quitado la vida, que se había suicidado.
No sabía nada de aquel hombre. No sabía de qué parte de España era. No sabía por qué había ido a Montreal. No sabía por qué se quedaba ahí. No sabía por qué apareció en esa pista de tenis. No sabía por qué se quitó la vida.
Estaba profundamente entristecido, por supuesto.
Pero ahora desvelo algo que nunca había contado en público.
Esos seis acordes, esa pauta de sonido de la guitarra han sido la base de todas mis canciones, de toda mi música.
Y ahora podrán comenzar a entender las dimensiones de mi gratitud que tengo con este país. Todo lo que han encontrado de bueno en mi trabajo, en mi obra, viene de ese lugar. Todo...todo...lo que ustedes han encontrado de bueno en mis canciones y mi poesía está inspirado por esta tierra.
Y, por tanto, les agradezco enormemente esta cálida hospitalidad que han mostrado con mi obra. Porque es realmente suya, y ustedes me han permitido añadir mi firma al final de la página.
Muchas gracias señoras y señores.