Postureo


Vivimos en una época donde la imagen  resulta tan decisiva en cualquier ámbito social que la demostración de las convicciones se ven superadas por las apariencias.
De la mano de este constante postureo aparecen situaciones ridículas y absurdas al son que marcan las redes sociales: los continuos selfies que las personas, mayoritariamente mujeres, se hacen retransmitiendo en directo su vida minuto a minuto. Selfies en donde aparece siempre una persona “contando” dónde estás, cómo vistes, qué haces evidenciando que lo importante es lo que vean de ti…tu imagen.
Al margen de la carencia de intimidad que de manera abierta demuestran estas actitudes aparece un fenómeno que llama poderosamente la atención: la absoluta necesidad que las personas/selfies tienen de “ser famosas” en el pequeño ámbito donde se mueven y lo que es peor: el continuo intento de exportar su felicidad y transmitir en directo las bondades que la vida les va regalando cuando es de sobra conocido y reconocido que la auténtica felicidad nace de la interiorización de las situaciones agradables. El ridículo llega a tal nivel que vemos como la mayoría de las veces que aparece en instagram o cualquier red social un paisaje especialmente atractivo se ve obstaculizado por la cara de un hombre y/o mujer sonriente que parece decirte “yo estoy aquí” más que “deseo de compartir este precioso lugar donde estoy”.
De los políticos y su “postureo” mejor no hablar; basta con ver la primera semana de Pedro Sánchez en Moncloa con fotos en aviones con gafas oscuras (¿?) o la pose “agotado” en la escalera de entrada de la vivienda en Moncloa después de 40 minutos de carrera continua… sin una gota de sudor.
Pero es la época que toca: adolescentes viviendo en un continuo postureo buscando el reconocimiento externo a su belleza, felicidad cuando la realidad es que lo que retransmites le suele interesar más bien poco a personas que te ven. Política de gestos y posturas alejadas de la vida real.
Y este postureo llega incluso a los centros educativos en donde yo personalmente viví un episodio en un colegio católico concertado de Pozuelo de Alarcón de Madrid que podría catalogarse de ridículo y ser considerado como anécdota si no fuera porque se trata de educación a niños y los valores que les van a “dar la felicidad”: existía una actividad organizada por el colegio para concienciar a los alumnos/as de la importancia de la solidaridad que consistía en acudir a unos centros de la tercera edad los sábados para atender, cuidar y ayudar a las personas mayores que allí estaban. Ante la escasa asistencia del alumnado el colegio decidió “premiar” a todos aquellos que acudieran con una “solidaria” decisión consistente en unas entradas al fin de semana siguiente al Parque de Atracciones a todos aquellos alumnos que realizaran la actividad. Por supuesto que la actividad era “voluntaria”. El éxito de asistencia a la segunda intentona fue total.
Sin embargo este postureo empieza a tener un mensaje cada vez más dañino a la sociedad en su conjunto como es el caso de los chicos y chicas con algún tipo de deficiencia psíquica.
Hay en ciertas campañas publicitarias una ternura ficticia y que deforman la realidad de las situaciones y las personas. Se nos muestra lo maravillosa que es la vida de los niños con síndrome de Dawn y su “normalidad” en el mundo laboral y familiar al tiempo que se considera esta “deficiencia” como argumento válido para abortar durante el embarazo. Resulta obsceno que de manera paralela a las campañas de apoyo a estos niños y niñas con deficiencias psíquicas, pocos y pocas son los que nacen y que en realidad son en la actualidad cifras testimoniales.
Al triste exterminio que se está viviendo de este tipo de niños hay que añadir la bochornosa “venta” que se nos hace desde campañas publicitarias de lo maravilloso y “normales” que son estos niños. La realidad es que los niños y niñas deficientes están siendo tachados del libro de la vida entre jergas politícamente correctas enfocadas más bien a un desahogo sentimental.
Y este postureo es especialmente triste e injusto con aquellas familias que afrontan de verdad la realidad de que estos niños “no son como nosotros” y que son “tan capaces” como el resto.
Cuidar y educar a niños con deficiencias psíquicas requiere de sacrificios y renuncias importantes que estoy seguro procura infinitas recompensas. Pero de todos es sabido que en la sociedad actual de los selfies, el postureo y la felicidad light tiene difícil cabida la aceptación de una forma de vida que esta época detesta. La libertad que se nos vende es una continua exaltación del deseo y no la de la exigencia que se requiere para aceptar, educar y ayudar a los niños y niñas con deficiencias psíquicas.
En este amor del selfie que ahora se “lleva” en donde el “YO” va por delante de cualquier cosa no tiene cabida el amor necesitado de intensidad desmedida que asusta a los/as selfies boys y girls.
Afrontemos que muchas de aquellas personas solidarias para con niños y niñas con esta problemática no dudarían en renunciar a la vida de éstos en cuanto en la primera ecografía del nacido/a se descubriera alguna anomalía.
El postureo de esta sociedad es esto: sensiblería ñoña y rancia ante anuncios televisivos en donde aparecen niños con “el síndrome de Down” como personas perfectamente válidas para esta sociedad al tiempo que no dudamos en “entender” y “aprobar” que estamos mejor si son “no nacidos”.

PD: en un gimnasio de kárate de Madrid se hicieron unas fotos de todo el alumnado de karatecas. En el momento de la colocación de los niños y niñas el responsable de la escuela colocó a los 4 alumnos con Sindrome de Down en primera fila.
Yo presencié aquella escena…y conozco al profesor.
No merece más comentario.