la libertad está en elegir


El  7 de agosto era el día señalado para conocer Mykonos, una isla griega de 85 kilómetros cuadrados situada en el Mar Egeo. Mykonos era, hasta hace unos pocos años, una isla enfocada a un turismo de personas que buscaban un lugar paradisíaco gracias a sus aguas turquesas y cristalinas y a sus maravillosas playas. Ni soy amante de las aguas marinas, ni de las playas ni el calor; por lo que en cuanto veo una sola de las tres ofertas ya empiezo a preocuparme…así que las tres en único paquete me espanta.
Pero aún con estos “hándicaps” dedicamos un  día entero a visitar Mykonos.

Y Mykonos sorprende.

La llegada en barco ya deja ver a lo lejos un bellísimo pueblo, Chona, que contrasta con unas aguas transparentes, que cuando ya los pisas y callejeas sorprende por su encanto. Las estrechas y cuidadas calles, sus balcones de madera, restaurantes con vistas al mar, no decepcionan y confirman la razón por la que Mykonos está considerado como uno de los pueblos más bonitos del mundo y con una de las puestas de sol más bellas del planeta.
Pero como siempre ocurre con estos paisajes únicos, ya sean de mar, de montaña, con frío o calor y en cualquier rincón del mundo, aparece la especulación y la oferta del ocio alternativo.
Y la isla de Mykonos no podía ser excepción. Algo había leído en los días previos al viaje relacionado  con el cambio “espiritual”  que se le estaba dando a esta preciosa isla griega. Thomas Heyne, uno de los más importantes empresarios del mundo de la noche, en su intervención en la International Music Summit (IMS) celebrada en Londres, aseguraba que Mykonos  estaba sustituyendo a Ibiza en la oferta de la noche. Entre los variados argumentos expuestos por este hombre uno llama poderosamente la atención: “en Mykonos se pueden organizar fiestas que en Ibiza ya no se permiten: el turismo debe de buscar lugares paradisíacos para ofrecer una oferta de espectáculos de lo más atrevidos”. Y no deja de asombrarme la habilidad de “algunos” que son capaces de relacionar paisaje paradisíaco con espectáculo atrevido  transformando la oferta de contemplación de un paisaje como centro de satisfacción y placer personal en algo secundario sustituyéndolo por la oferta alternativa de “algo atrevido”.
Y una vez finalizada una mañana de paseos por el bellísimo pueblo de Chona decidimos acercarnos a Ornos, playa situada a 15 kilómetros, con un nombre muy premonitorio y que aún me desanimaba más.
Pero no: la curiosidad se impuso y allí nos fuimos.
No sé exactamente cuándo, dónde y de qué manera comienza la influencia del tal Thomas Heynes en su oferta de “lo más atrevido” , pero sospecho que es exactamente en el punto donde debes de coger el bus que te lleva hasta la playa de Ornos: una glorieta con multitud de buses y de personas colocadas sin orden ni control, sin personal de tráfico ni señales que indican zonas de paso para peatones; paradas en donde los autobuses recogen a los viajeros sin ninguna indicación que te avise de los horarios de partida. Bordeando la plaza existen varios puntos de alquiler de bicicletas y motos de cuyo interior salen de manera continuada conductores y conductoras, por supuesto sin ningún casco. Lo más sorprendente de esta plaza es que se accede a ella a la vuelta de una esquina donde finaliza una calle de las más bonitas del pueblo y que, como si entraras en otro mundo, de repente, te ves dentro del caos más absoluto.
Y como si estuviera perfectamente estudiado y planificado, al acceder a la plaza, la temperatura sube unos 5 grados, quién sabe si por la influencia del sol o la subida repentina de la adrenalina ante los peligros de coches, buses, motos y bicicletas que circulan al criterio aleatorio de sus conductores.
Y encontramos nuestro bus en donde, de manera inmediata, descubrimos la normativa particular sobre el número de viajeros con los que se inicia el “viaje”: cuando no cabe ni un alfiler de personas en el interior, sentadas y/o de pie. Antes de la partida reconsidero muy seriamente la posibilidad de bajarme al comprobar que nuestro conductor ha empleado los escasos 5 minutos de descanso entre viaje y viaje en visitar un bar que ofrece una atractiva oferta: “drink two beers and pay one”. Y ciertamente durante el recorrido nuestro chófer hace honor al cartel. El recorrido está lleno de sobresaltos; son 15 minutos hasta llegar a Ornos, en donde lo primero que llama la atención es el paisaje de coches de lujo.

En la publicidad de la playa de Ornos se indica que tiene una arena maravillosa, pero las cientos de hamacas (más que hamacas se trata de lujosos sillones) perfectamente colocadas frente al mar, impiden comprobar si es cierto.
Junto a las comodísimas hamacas/sillones se encuentra un bar en donde, como no podía ser de otra forma visto el lugar y el empresario que está detrás, tres chicas de medidas perfectas, te atienden amablemente.
En la hora escasa que estuve en la terraza me dio tiempo a contemplar un paisaje repleto de cuerpos perfectos, hombres y mujeres, que indican que ha habido un trabajo previo serio y constante en los gimnasios de las ciudades de origen y cientos de horas de sacrificio repletas de sanas ensaladas. Y es que intuyo que en estos cuerpos 100 gramos de más suponen un serio contratiempo para posicionarte adecuadamente en Ornos. No dudo que posiblemente en muchas de estas personas existirá una inquietud más allá de sus propios cuerpos, que se traten de brillantísimos profesionales en sus vidas privadas, poseedores de interesantes conversaciones; pero lo que sí produce un cierto rechazo es el creciente narcisismo ilimitado que nutre a las personas en el recién estrenado siglo XXI.
Pregunto por “la noche”; y la escultural chica del bar me comenta en un perfecto inglés las múltiples ofertas que la noche de Mykonos ofrece. Mi inglés es deficiente , pero la chica se explica muy bien mediante un lenguaje corporal que provocaría envidia al mismísimo Chaplin: se bebe, se fuma (y por sus gestos se deduce que “se fuma de todo”), se baila. Una explosiva y sugerente sonrisa me hace entender que allí no termina la diversión. 
Pasada una hora regresamos a Chona utilizando el mismo medio de transporte con el que vinimos. Los mismos “riesgos” y la misma “aventura” para finalizar en la glorieta del caos, con sus alquileres de motos y bicicletas y el cartel anunciando la oferta de 2x1 en el bar.

Aplaudo la oferta variada y diferente. Aplaudo el trabajo serio y constante durante 11 meses de los visitantes de la playa de Ornos para llegar a estas fechas veraniegas con un cuerpo perfecto. Incluso aplaudo a aquellas personas que hace unos años decidieron estudiar medicina eligiendo la especialidad de “cirugía estética” por su alta capacidad de visión de futuro.

Me intriga la capacidad de adaptación de los lugareños de Mykonos, hombres y mujeres, a esta nueva vida. Me intriga el mecanismo interno de aquellas personas que aseguran en sus ciudades que “ellos van al gimnasio para encontrarse mejor” y ocultan la realidad del objetivo: presentarme "perfecto" para el agosto de Mykonos. Me intriga dónde se sacó el carnet de conducir nuestro flamante chófer encargado de la ruta Chona-Ornos.

Mi admiración la dejo para Jessica y Cayley Vosloo que viajan desde Sudáfrica buscando unas referencias de ocio, cámara de fotos en mano, en las esquinas preguntando por el significado de tantas pequeñas capillas que se pueden visitar en Chona, intentando entenderse con los lugareños para conocer sus costumbres y pasado.

La libertad de elección de las personas para la utilización de su tiempo libre es algo que en la actualidad supone un reto para la gente joven. La variada oferta lleva desde llenar los espacios encontrando placer en “uno de los amaneceres más bellos del planeta” hasta ponerte en manos de los empresarios que te ofrecen playas repletas de hamacas/sillones que tapan la arena y te proporcionan algo “para fumar” que seguro te permitirá disfrutar del “amanecer más bellos del planeta” de “manera más atrevida”.
Y entre estos dos puntos tan distantes andan miles de millones de jóvenes que se mueven en estas fechas de vacaciones descubriendo valores, placeres, nuevas experiencias y compañías.
Al acecho siempre hay un Thomas Heyne descubriendo lugares en donde poder ofrecer y ofertar algo más audaz. Y frente a estos empresarios de la noche siempre habrá gente joven que busca “el atrevimiento” en su mundo interior abastecido de libros y deseo de conocimiento.

La libertad es eso: elegir.

P.D.: en el vuelo de vuelta Venecia-Madrid leo en EL MUNDO del día 10 de agosto:
“Mykonos pone de moda los sueros contra la resaca. Por 250 euros, tras la fiesta, se ofrece un combinado de vitaminas y otras sustancias.
Se trata del nuevo servicio que causa furor en la isla de Mykonos. Para superar la noche de excesos nada como inyectarse , a la mañana siguiente, unos sueros especialmente elaborados para paliar los efectos de la resaca. Según se informa en el diario “Proto Thema” el servicio se presta de manera habitual en residencias alquiladas para fiestas, con espacios destinados para la juerga y con dos cuartos disponibles para la venta de éxtasis y fugaces encuentros sexuales. Al día siguiente, se puede acceder a  un servicio adicional de sueros que permite una recuperación rápida. El precio de la fiesta alcanza los 500 euros y el del suero, 250 euros por persona. La compañía que sirve el preparado se llama IV Mykonos…”



                                                                    Mykonos
                                                                  agosto 2018