Manipulación: dominio ejercido sobre la opinión o voluntad de una persona o grupo

conversación con Sofía, julio 2018

“en primer curso en la Universidad, con 18 años recién cumplidos, me presenté a delegada de curso. Nunca busqué, ni aún hoy lo busco, protagonismo; y la realidad que hoy recuerdo es que los motivos que me impulsaron a presentarme fueron: en primer lugar los ánimos más o menos serios de varios compañeros que me conocían del instituto y en segundo lugar que  la única candidatura que por aquellas fechas pretendía acceder al cargo estaba compuesta por alumnos que alardeaban de pertenecer a todo tipo de asociaciones políticas y que había que poner de inmediato `una universidad de altura`.

Me presenté y gané.
Tengo claro en mi memoria que para ejercer aquel cargo de delegada de clase trabajé mucho más de lo que me pensaba en el momento que fui elegida. Intenté y conseguí cambiar de grupo a alguna compañera que por motivos laborales no podían estar en el que les habían ubicado. Conseguí que pudiéramos reivindicar como hechos graves, la ausencia a clase de ciertos profesores sin causa justificada y conseguí que aquellos “otros candidatos” que perdieron las elecciones para delegado al principio de curso, ubicaran sus innumerables huelgas y paros fuera del horario de clase respetando, no sólo a aquellos que no quisieran participar en las convocatorias, sino incluso a los propios partidarios de esos paros…, pero que no querían perder sus clases. Incluso conseguí que parte de los beneficios de los ingresos de un concierto organizado para sufragar el coste de unos abogados que necesitaban unos okupas fuera para dos compañeros a punto de ser expulsados por su casera por impago del alquiler de su habitación. Con todo, lo más costoso era llevar el día a día; muchos compañeros y compañeras acudían a mí con todo tipo de ideas, reclamaciones y/o intentos de cambiar fechas de exámenes. Y aunque por el camino descubrí que un cargo de éstos acarrea abandono de otras obligaciones (resultado académico más flojo, y noches de insomnio en las fechas previas a “los finales”) la experiencia me resultó gratificante.
En el segundo curso tenía mis dudas sobre la conveniencia de repetir en mi cargo. Pero no tuve opción: al llegar a clase el primer día, y sin fisura alguna, fui proclamada de nuevo delegada de clase. Y para mí sorpresa con el apoyo unánime de la candidatura rival del curso anterior; y de éstos guardo especial buen recuerdo por nuestras interminables partidas de mus en la cafetería a la salida de clase. Allí “negociábamos” fechas de huelga y paros entre órdagos, pares y “medias feas”. Tan buenas fueron nuestras negociaciones que uno de los chicos más activos en las reivindicaciones resultó serlo también en sus intentos de quedar conmigo; dos largos años de llamadas, cruces por los pasillos, encuentros casuales en el parking de la Uni y whatsup a cualquier hora me acompañaron durante mi época de estudiante universitaria. Me pregunto todavía hoy qué hubiera sido de Juan, así se llamaba mi compañero de mus, si toda aquella energía puesta en estrechar lazos afectivos conmigo la hubiera puesto en horas de estudio. Nunca aceptó un “no” por respuesta y a mí, tengo que confesar, me reforzó muchas veces la autoestima.
Y el tercer curso: ¡de nuevo delegada por unanimidad!
Al término de aquel tercer año me tocó organizar el viaje del Ecuador, tradición desde años inmemoriales que en nuestra Universidad no se ha perdido. Y en la comisión creada para el viaje, donde por supuesto estaba Juan, decidimos como destino CANCUN. Los preparativos fueron emocionantes y la experiencia de una convivencia más allá de las aulas nos ilusionó a todos y todas.
Y allí nos fuimos.
Llegamos a media mañana y tras organizar las habitaciones (donde por cierto descubrimos algunas parejas que durante tantas horas de Universidad habían permanecido en secreto) nos desplazamos a un amplio salón en donde nos comentaron las distintas opciones de ocio que teníamos, las diferentes excursiones y horarios de desayuno, comidas y cenas.
En el turno de preguntas cometí mi primer, único y último error como delegada de curso en la Universidad: pregunté por el horario de las misas, a las cuales tenía y tengo a bien acudir los domingos.
A partir de aquel día mi consideración, respeto y aprecio entre los compañeros y compañeras (más si cabe por parte de éstas) cayó en picado. Miradas, conversaciones interrumpidas cuando me acercaba, compañeros de mus que buscaron nueva socia y un sinfín de pequeños detalles del día a día me pusieron en mi lugar. Y el cambio más llamativo que observé y noté fue, no solo la falta de respeto que demostraban a lo que yo pensaba, sino la nula permisividad a pensar diferente a ellos. Noté y sentí una marginación por mis ideas.

Hoy acabo de terminar cuarto de carrera. 
Este curso no he sido delegada; nadie me propuso y en el ambiente se respiraba una ausencia total de apoyos a mi candidatura. Mejoraron mis resultados académicos y he sido muy feliz, como en los anteriores cursos, durante este año académico. Al contrario que en los cursos anteriores, en donde tenía muchos amigos, este año tengo menos amigos y muchas conocidas. El curso ha transcurrido con más huelgas. Juan me llama de vez en cuando aunque a escondidas y con mi firme promesa de no delatar a nadie que él aún me llama; asegura que me llama por verme muy sola. Y yo, que este año ando con pareja, le comento a éste que cuando venga a recogerme a la Universidad no sea muy efusivo si anda Juan por allí cerca; y es que quizá Juan “se equivoque” y en el fondo lo que esté intentando es lo más difícil que puede ocurrir en estos tiempos: conseguir que un defensor del amor libre tenga relaciones con una chica que va a misa los domingos.
Hoy ando de becaria y muchas veces pienso que lo que reivindicaban mis compañeros de mus durante aquellas interminables partidas relativas a las malas condiciones laborales que tenemos la gente joven era y es muy cierta. Cada vez tengo más claro que caminamos hacia un mundo confuso y extraño en donde la manipulación de las personas es obscena y peligrosa. En donde la inmigración es buena o mala según quién la venda. En donde las mujeres tenemos más o menos derechos de amparo según nuestra manera de pensar. En donde reivindicar la presunción de inocencia que tienen los miembros de La Manada no puedan disfrutarla los “no nacidos”. En donde las reivindicaciones que protagonizan nuestros abuelos y abuelas todos los viernes en Bilbao reclamando unas pensiones justas no tienen la misma repercusión mediática ahora que antes…; porque hasta este país ya clasifica a los abuelos entre “abuelos de primera y de segunda”. En donde no intenten ocupar mi mente y tiempo en dictadores muertos para tapar las vergüenzas de caciques vivos. En donde no intenten sembrar odio y resentimiento en mí por épocas pasadas cuando nunca lo oí ni sentí en mi casa entre mi familia. En donde note que yo, como mujer, tengo los mismos derechos que los hombres y no nos traten como niñatas sin juicio ni criterio con estrategias de marketing. En donde no me metan en peleas de adolescentes haciéndome creer que mi compañero de Universidad Juan es un acosador porque me llama mil veces a lo largo de tres años como si las mujeres no fuéramos capaces de “manejar” a un chaval “enamorado” mientras un día tras otro tenemos muertas por violencia de género y unos gobernantes intentando convencerme que esas muertes no son merecedores de un Decreto Ley (aplicable a temas de suma urgencia).

Con todo, lo que más me entristece es la manipulación a la que nos vemos sometidas y sometidos a fin de producir individuos sin voluntad ni opinión propia al capricho de una cabeza única.
Y yo sólo quiero asistir a misa los domingos; que respeten ese espacio como yo prometo respetar el espacio de los que caminen conmigo junto a mí. No quiero personas que piensen como yo; quiero y pido y reclamo que nos dejen caminar a todos y todas para conseguir un mundo mejor, más justo y con la esperanza de que los que vengan detrás reconozcan nuestros esfuerzo por lo conseguido.

Y que nadie, solo yo, decida qué, cuándo y cómo son las cosas que no merezcan respeto; y que me permitan despreciar de forma total a aquellos y aquellas personas que con sus actos consiguieron y consiguen que mi asistencia a misa me separe y aleje de mis compañeros y compañeras.

Y así pienso y pensaré. Porque soy libre.”