11 abril 2016
9,00 h de la mañana: en dos casas de Madrid, separadas por
unos 3 kilómetros, se puede observar un grupo importante de fotógrafos y
periodistas.
Media hora más tarde aparecen en ambos domicilios varias
dotaciones de la Guardia Civil. De una de las casas sale un señor de unos 65
años esposado que es introducido en un coche policial para ser conducido ante
un juez.
Al tiempo, y del otro domicilio, es detenida una chica de
unos 40 años.
Ambos son familia: él se llama Mario Conde y ella Alejandra
Conde. La relación entre ellos: padre e hija.
Mario Conde ya había tenido problemas con la justicia que le ocasionaron una condena que le hizo estar un tiempo en prisión. De su
estancia en la cárcel quedaron dos cosas: la primera es una persona que había
cumplido su pena y la segunda un libro, “memorias de un preso”, en donde el
propio Mario Conde relata una versión jurídica de los hechos que le llevaron a
prisión. De esta visión poco puedo decir; ni mi conocimiento de derecho me lo
permite ni esta entrada tiene como objetivo un análisis del fundamento jurídico
que motivó esa sentencia condenatoria. De la parte humana que se deja ver en el libro nada que no sepamos los que tenemos cierta edad: amigos desaparecidos.
Pero este 11 de abril le deparó a Mario Conde un nuevo contratiempo
judicial pues es acusado de blanqueo de dinero y de repatriar una inmensa
cantidad de “dinero de Banesto”; y con él su hija Alejandra acusada de los
mismos delitos.
La situación personal de Alejandra cambia de manera radical y a pesar de que consigue del juez instructor Pedraz un arresto domiciliario con control policial debido
a la grave enfermedad que padece su hijo de 9 años, es indudable que la vida la ha colocado en una situación cuanto menos penosa. Alejandra solo puede salir del domicilio familiar para acompañar al hijo al
hospital cada poco tiempo. Incluso para acudir a la Primera Comunión de éste, Alejandra
necesitará un permiso especial.
Con todo, el daño recibido no tienen ninguna
comparación con el daño provocado por la trascendencia mediática del caso.
El 12 de abril todos los periódicos resaltan en sus portadas
ambas detenciones. Las noticias del mediodía y noche en todas las cadenas
resaltan como primera noticia “la detención de Mario Conde y su hija
Alejandra”. Hasta los programas de “cotilleos” se hacen eco de la noticia.
El tiempo va pasando y poco a poco la actualidad de esta
noticia pierde importancia hasta que las referencias acaban por ser mínimas… y
desaparecen.
25 septiembre 2018
Después de dos años de instrucción el juez instructor y
Hacienda no ven ninguno de los delitos de los que fueron acusados padre e hija.
Ni hubo blanqueo de capitales ni el dinero del que disponía Mario Conde en
Suiza provenía de Banesto.
Para hacerlo más fácil: absueltos.
26…27…28 de septiembre: NINGÚN MEDIO DE COMUNICACIÓN SE HA
HECHO ECO DE ESTA ABSOLUCIÓN. En los medios escritos, que no olvidemos
colocaron en las portadas las detenciones, no aparece en ninguna de sus páginas
interiores una mínima reseña. En radios o cadenas de televisión lo mismo:
ningún comentario…
No conozco de nada a Mario Conde y a su hija Alejandra.
Escribo esta entrada en el convencimiento de que la prensa tiene una asignatura pendiente: la restitución del honor de las personas.
Escribo esta entrada en el convencimiento de que la prensa tiene una asignatura pendiente: la restitución del honor de las personas.
Si mereció la pena tanto despliegue de prensa para cubrir la
detención de ambos ¡qué menos que una mínima referencia a la absolución de
ambos! Pedir, exigir, una disculpa de personas y/o medios que se ensañaron con la familia Conde me resulta de ciencia
ficción…y mucho menos en una sociedad inducida para aprovechar cualquier
miseria de un vecino para ofenderle y “juzgarle” antes de tiempo. Y en este caso con un
agravante añadido que agita el pecado capital
del que abusan los mediocres, y que aparece en el caso de Alejandra Conde: fue premio extraordinario de
ICADE, se trata de una buena madre y además, ¿por qué no decirlo?, muy guapa.