Podría ser Berlín, Munich, Frankfurt o Dusseldorf. En todas
estas ciudades es lo mismo. Sería igual.
Paseo por una capital de ciudad intermedia; ni de las más
pobladas ni de las que pudiéramos catalogar de pueblo. En la plaza principal
hay una carpa instalada. A lo lejos se ven pieles por el suelo y algunos
carteles con una ortografía no muy clara.
Al acercarme voy notando que las pieles responden a la
temática que publicita la carpa: protección de los animales; y la ortografía
más o menos deficiente está motivada por las personas que dirigen y organizan
la carpa: seis niñas y un niño de unos 9, 10 años.
Me acerco y dos “informadoras” me hacen una exposición
detallada de las mil ventajas que tiene cuidar a los animales. La presentación
es clara. No parece hecha ni expuesta por personas de tan corta edad. Mi alemán
tiene lagunas y ambas, las dos niñas, se esfuerzan para hacerme entender todo;
cada matiz y cada duda.
En la conversación con ellas se empieza a notar la pasión que
transmiten, pasión que solo da el convencimiento. Más adelante entiendo que su
amor a los animales encierra mucho más: un interés por la protección del medio
ambiente.
Me cuentan cómo acceden a esa plaza, quién las ayuda, cómo lo
montan…
Antes de marchar pregunto por la posibilidad de realizar
alguna donación…
Y allí las dejo; junto a una nueva “clienta”: una chica joven
musulmana.
Por la noche, en el hotel, es forzoso pensar en estas niñas.
¿Qué profesores, mejor maestros, habrá detrás de estas niñas?
En la conversación con ellas me cuentan que su “sábado en el
puesto” no responde a ninguna tarea ordenada por los educadores de sus
escuelas. Todas vienen de escuelas diferentes y se han reunido para concienciar
a las personas de la necesidad de proteger a los animales. Están allí porque
esa tarea forma ya parte de sus vidas, no responde a ninguna obligación o/y
tarea que cumplir. Viven de esa manera. Y ese es el éxito de un buen maestro.
Ellas mismas se buscan el permiso en el Ayuntamiento para que
les permitan instalar su puesto. Ellas mismas colocan las pieles. Ellas mismas
hacen las inscripciones en el suelo.
La donación que estaba dispuesto a entregar es rechazada. “Wir
suchen kein Geld; wir wollen das niemand verlezt die Tiere”; “nosotras no
buscamos dinero; nosotras queremos que nadie haga daño a los animales”.
¿Qué profesoras, mejor maestras, habrá detrás de estas niñas?
La concienciación necesaria para construir un mundo mejor
pasa por niñas libres que utilizan esa libertad para elegir estar un sábado por
la mañana en un puesto informando sobre algo que supone un progreso global.
Antes de marchar leo la inscripción en el suelo: “sei ein
Tierfreund”; “sé un amigo de los animales”
9, 10 años. Pienso que la edad todavía les hace informar y
exponer sus ideas desde un mensaje positivo; están en la edad de transmitir con
un “sé un amigo de los animales”.
Sus potenciales clientes no tienen color; es lo mismo un cristiano que una musulmana.
Todavía les queda, en el camino hasta su
madurez, conocer y "padecer" las personas del entorno que les indicarán una manera más útil y eficaz de
transmitir las ideas; quizá un “acabemos con los maltratadores”…quizá con algún
insulto que decore la frase. Ese es el idioma utilizado por los adultos para
exponer/imponer sus ideas.
Hoy, transcurridos ya un par de días, tengo el convencimiento
de que las seis niñas y el niño de la plaza cuentan con el arma más poderosa
que tienen las niñas y los niños: haber tenido un maestro GRANDE que les llenó
el alma de ideas firmes para construir un mundo mejor.