"Si pueden te matan"


De un tiempo a esta parte se odia más que antes.

Lo que en un principio eran miradas interpretables pasaron a ser demostraciones más explícitas a través de las redes sociales. Al amparo de la clandestinidad de los nombres falsos en cualquiera de las posibilidades que te dan las nuevas tecnologías, las personas se envalentonaban a formalizar su odio hacia aquellos que no piensan como tú.
De esta forma el odio ha ido dando forma a la ira.

Los gurús de esta época, profesionales de la manipulación de las personas, han sabido aglutinar estos “odios” dispersos, han sabido ordenarlos para finalmente ubicarlos en ideologías inculcadas por mentes perversas para lanzarlas contra lo que les convenga en cada momento y en cada lugar.
Cerebros vacíos que se mueven dentro de cuerpos zombies han sido el poso ideal para estos ideólogos sin escrúpulos que han ido creando un caldo de cultivo que ahora empieza a salir.
Con una metodología estricta por parte de los “Goebbels” de la actualidad y consiguiendo una fidelidad enfermiza que recuerda a las mujeres que padecen maltrato con sus maltratadores, las personan que ODIAN asoman sin pudor y hasta con orgullo.
Lo que hace unos años necesitaba de “nombres falsos” para demostrar odio hacia aquel que no piensa como tú se ha hecho ahora más visible. Los gurús necesitan de sus abducidos ciudadanos que sin pensar obedecen…Y ODIAN.
Y teniendo en cuenta que el odio es una sensación que camina sin control propio, anula la voluntad de las que los sienten y actúa de una manera contagiosa las consecuencias son fácilmente previsibles.
La historia nos ha dado múltiples ejemplos de esta ira canalizada que camina sin control; pensar que todos los alemanes daban por bueno el exterminio del pueblo judío es un insulto a la inteligencia. Sin embargo el odio anuló a una generación entera que no solo actuó con odio de manera habitual, sino que se enorgullecía de sus actos sin ningún pudor ni vergüenza.
Al dictado de los amos el pueblo fue obedeciendo sin preguntar ni reflexionar. Se limitó a cumplir lo que era habitual en su forma de sentir: el odio.
Aquella fue una sociedad enferma…como ésta que nos está tocando vivir. Y lo que era un acto malo en conciencia de repente se convierte en posible y empieza a pensarse que un método “lógico y aplicable” al que no piensa como yo tiene que ser aniquilarle, destruirle: acabar con él.
De una manera inesperada las personas abducidas se encuentran preparadas para realizar actos impensables hace poco tiempo; el odio consigue esa transformación.
Y ¿por qué no? se contempla como posible terminar con el otro de cualquier manera; y ¿por qué no? puede ser habitual asesinar al que es tu enemigo.

Cristina Seguí es una periodista española que desarrolla su trabajo en Ok Diario, Onda Cero, Intereconomia y Telemadrid. En estas radios y televisiones ella se mueve en el ámbito de las opiniones políticas.
Hace un año la vi aparecer en un programa en directo desde Barcelona, justo en las fechas conflictivas, en donde se empezó a vislumbrar una violencia descontrolada y peligrosa. La prensa cerraba sus conexiones hacia las 20.00 horas y marchaba a hoteles a buen recaudo de los vándalos que se mantenían a partir de esas horas “más activos” y con más agresividad. Y en una conexión de media noche, y en directo, fue la primera vez que vi a Cristina con la única compañía de un cámara; en medio de aquel tumulto descontrolado de personas, Cristiana, micrófono en mano, realizaba su trabajo en directo tratando de sacar a pié de calle palabras de aquellos “odiadores” profesionales. A la ya arriesgada gestión periodística había que añadir que se trata de una mujer...y ya sabemos como son tratadas las mujeres de "derechas" cuando los "odiadores" andan de cacería. Con los mosos de escuadra desaparecidos y las feministas "activas" escaqueadas, uno no podía nada más que desear que se acabara aquel caminar de Cristina junto a continuas agresiones verbales y al borde de las agresiones físicas.

Un año después, 3 de octubre del 2018, veo en mi casa a través de televisión un debate de unas seis personas. Periodistas y políticos andan comentando los últimos acontecimientos ocurridos en Barcelona en donde las agresiones de hace un año se han multiplicado en intensidad y cantidad. Manejar estas mesas de debate no es fácil. Interrupciones, “protagonismo” de los contertulios hacen que en más de una ocasión alguno de los intervinientes no consigue terminar una reflexión puesto que el vecino entra para matizar y/o añadir algo.
Entre los contertulios anda Cristina.
Su intervención incorpora una reflexión:
“en Cataluña las cosas han cambiado; ahora SI PUEDEN TE MATAN
No hay interrupciones. Un silencio de varios segundos.
El programa vuelve a coger ritmo; se cambia de tema y se afrontan diferentes noticias de actualidad. No sé qué flotó en el ambiente del plató después del comentario de Cristina.
Yo sólo sé lo que pensé yo. Leer libros de historia te conduce a reflexionar de manera diferente al que solo “piensa” lo que le cuentan.
En mi caso no pude dejar de pensar en aquella generación no tan lejana que empezó a odiar sin control; en aquellas miles de personas que se vieron inmersos en un odio sin control en donde todo valía para acabar con que no pensaba como tú: al enemigo.
Aquella maldad conducida llevó a que muchos cientos de personas a sentir que “si podían te mataban”; a muchas personas que miraban y callaban en silencio, a muchas personas que miraban hacia otro lado y que desde ese silencio y esa mirada torcida se convirtieron en cómplices de lo que acontecía.
Aquella época se movía entre una censura férrea y pétrea. Nadie pudo ni se atrevió a abrir los ojos de los zombies.
Esta época se mueve entre cientos de comunicadores políticamente correctos; temerosos de decir en público lo que la gente no quiere oír.

Salirse de las normas entraña sus riesgos. Cristina, ya sea por aquellas jornadas de hace una año como reportera de calle en las noches de Barcelona o por sus rectitud como persona/periodista, se ha atrevido a decir la verdad sin tapujos:

“En Cataluña algunos, SI PUEDEN TE MATAN”