nosotros no recordamos esa llamada, pero ella sí


Encuentro este escrito, lo leo y tal cual lo copio para incorporarlo al blog
“soy hija única y siempre he estado muy sobreprotegida. Mis padres querían que madurara y que aprendiese a desenvolverme sola en la vida. Así que me trasladé de un pueblo de León a Madrid. Me fui a una residencia de estudiantes para chicas, donde hice muy buenas amigas. Estudiábamos mucho y salíamos poco. Lo hacíamos todas juntas y con los chicos de otras residencias. En una de las novatadas, bebí y me besé con el que me gustaba. Los dos estábamos un poco desinhibidos y acabamos acostándonos. Éramos unos inexpertos y no calculamos las consecuencias de nuestros actos: me quedé embarazada.
A la segunda falta me asusté y compré un test de embarazo. Me lo hice en al baño junto a mi mejor amiga. Salió positivo. Lloré, grité, pataleé. No se lo podía decir a mis padres, ellos confiaban en mí y se estaban sacrificando para pagarme los estudios. No podía defraudarles.
Al chico tampoco se lo comenté porque no quería convertirme en la comidilla de la residencia y entre mi amiga y yo empezamos a buscar soluciones desesperadas en internet. Ni que decir tiene que ni juntando el dinero de las dos daba para una clínica privada. Pensaba que si iba al médico de la Seguridad Social quedaría registrado el aborto en el expediente y tenía miedo de que mi familia se acabase enterando en algún momento.
Así me enteré de la posibilidad de poder interrumpir mi embarazo por correo; en una plataforma de telemedicina permiten abortar “desde casa” y “sin riesgo” gracias a un paquete de medicamentos que llega directamente al buzón. Bastaba, y basta, con rellenar un cuestionario online, donde te preguntan si accedo libremente al servicio y si puedo controlar mis sentimientos. Me exigen condiciones como estar sana, vivir a menos de una hora de un hospital y estar de menos de diez semanas. Yo estaba de nueve. Decidieron que estaba apta y un facultativo emitió una receta a India y posteriormente me las envió a la residencia. Es el procedimiento habitual.
Me las tomé la misma tarde que las recibí.
Las contracciones fueron más fuertes de lo que esperaba, igual que el sangrado. Me mareé y me bajó la tensión. Acabé en el suelo, desmayada. Mis amigas llamaron a una ambulancia porque temieron por mí y monté un espectáculo bochornoso. Todos se acabaron enterando, incluidos mis padres. Lo que iba a ser una solución a corto plazo, se convirtió en un ir y venir de médicos.”

En España se dedican menos de 8 € al año a ayudas por cada mujer embarazada.
El Estado financia el 100% de los abortos que se producen en nuestro país con un coste anual de 34 millones de euros, mientras que destina 3,6 millones a las embarazadas, ayuda esta última que se redujo un 24% respecto al año anterior.
De cada 10 euros que el Estado gasta en una mujer embarazada, uno se dedica a su gestación y nueve a financiar el aborto.
En nuestro país una mujer embarazada no recibe asistencia, solo cuando está en una situación de exclusión social obtiene apoyo, pero no por el hecho de su estado de gestación, sino por sus dificultades económicas, circunstancias ajenas a su decisión de convertirse en madre.
No parece tener mucho sentido que en los centros de salud exista un protocolo para aquella mujer que desea abortar, pero no para las que tienen dudas sobre si seguir o no con su gestación.
El Estado debe de ser un brazo fuerte en el que encuentre apoyo el débil sea cual sea su ideología y condición.
No estamos ante una opción de la izquierda frente a una de la derecha. No se trata de proteger a la mujer que piensa de una manera determinada; se trata de defender a la MUJER.
Defender la igualdad de cualquier mujer, que en el caso de los embarazos, afronta una situación privativa e intransferible y, por eso mismo, necesita una atención específica.
Duele como sociedad que situemos a las mujeres en diferentes categorías según sus ideologías y formas de entender la vida.
La actual situación social y política indica que no todas las mujeres tienen las mismas posibilidades, los mismos recursos y las mismas redes de seguridad para hacer frente a su situación del mismo modo.
No hay un acto más transversal y menos partidista que apostar por LA MUJER Y LA VIDA. Más comprometido con la igualdad real. Más justo.
Cada semana llaman al teléfono de una de las asociaciones existentes en el país cuyo objetivo es la ayuda a continuar con sus embarazos a mujeres, para preguntar por el precio de píldoras para abortar.
Doy fe de que esta conversación es cierta:
“Una de las chicas llamó para que le vendiéramos varias por si no le hacía efecto y asegurarse de que el aborto se completara. Después de explicarle que nosotros ayudamos a seguir adelante con el embarazo casi cuelga el teléfono, pero algo le hizo retener la conversación. Se quedó callada escuchando. Cuando habló tenía una voz distinta, me explicó que le quedaba un año para terminar sus estudios de grado medio. Su novio no quería saber nada de bebés y ella no se atrevía a planteárselo a sus padres. Cuando colgamos habían pasado casi dos horas. Esa noche me mandó un mensaje: quería que nos viésemos.
Ahora su hijo ha cumplido un año. Sus padres le adoran, ella está trabajando en lo que estudió. El día que cumplió un año puso en las redes sociales que desde entonces era otra persona. Muy feliz.
Hoy hemos tenido dos llamadas. Una desde Londres. No sabe quién es el padre. Está allí estudiando inglés. No quiere volver a España embarazada. En medio de la conversación ha colgado el teléfono.
La segunda llamada ha sido desde España. No quiere más hijos, ya tiene uno. Después de hablar un rato, duda. Ha prometido que volverá a llamar.
Muchas veces no sabemos qué ha pasado tras las llamadas, pero hace poco llegó una foto de un bebé desde La Coruña.
Nosotros no recordamos esa llamada, pero ella sí.

                                                         Miami, 31 de enero 2018