la chica de Fuencarral



La línea de bus 134 en Madrid cubre el recorrido que va desde la Plaza de Castilla al barrio de Mirasierra.
Sábado, 1 de diciembre.
Hacia las 14.00 horas me monto en el bus.
Al tiempo que yo subo, lo hace una pareja compuesta por un chico de unos 18 años y una chica de unos 20.
En el bus vamos solos los tres. Me acomodo en uno de los sitios junto a la puerta que las personas utilizamos para bajar. La chica lleva una enorme bandera de España apoyada en su hombro. Ambos vienen de una manifestación convocada por distintas organizaciones en favor de la unidad de España que ese día se ha celebrado en la Plaza de Colón en Madrid. Les escucho hablar y hacer cálculos sobre el número de personas que han acudido a la céntrica plaza en Madrid… 10.000….15.000….
Quedan para la tarde.
El chico se baja del bus en la parada situada frente al Hospital de la Paz…en la misma que se suben un chico y dos chicas, éstos entre los 25, 30 años de edad.

El bus va vacío y las posibilidades de ocupar asiento son muy variadas; las dos chicas deciden hacerlo junto a mí. El chico permanece de pie.
Y comienzan a hablar.
La conversación solo tiene un tema: una crítica velada sobre la chica que a escasos dos metros de ellos permanece en pie; con su bandera al hombro.
El tono de la charla crece en dos sentidos: por una parte el volumen de los tres contertulios con la clara intención de que la chica les escuche; y al tiempo el contenido de las frases. Son unos 5 minutos llenos de frases malsonantes que van desde la ironía de “tiene prisa que no llega a misa... papi la lleva hoy al cine" hasta los más agresivos de “fachas…, no son nada…,son las pijas…, provocadora”. Con todo, lo que más me llama la atención son algunos comentarios machistas : "habrá ido a ligar... tendrá prisa porque tiene que fregar la casa”.
La chica “agredida” permanece de espaldas a los otros tres en una actitud pasiva. No hay duda que por el volumen de voz de los otros tres, sobre todo de las dos chicas, escucha las frases.
Y entonces la chica coge la bandera y se la anuda por la cintura de forma que ahora sí se ve de manera más explícita. Con la bandera en forma de falda se gira y mira a los otros tres. Silencio de unos 5 segundos.
Ni una palabra más.
La chica se baja en la parada de Fuencarral, junto a La Vaguada, barrio de personas de clase media-baja. La veo marchar.

El recorrido del 134 continúa.
Y una vez desaparecida la chica “de la bandera”, las dos chicas y el chico que ante la mirada de aquella hace escasos momentos guardaron silencio, se desfogan con frases ofensivas y de una agresividad hostil y sucia. No me he quedado con el contenido exacto. Sí con el fondo: un odio descontrolado.
Llegamos al barrio de Mirasierra. Y allí se bajan las dos chicas, muy cerca de la casa de la ministra Calviño; el chico dos paradas más adelante: los tres en un barrio de personas de clase media-alta.
Quedan para la tarde.

Hoy, 3 de diciembre, dos días después de este incidente, se conocen los resultados de las elecciones en Andalucía. Las personas han determinado en las urnas qué quieren. Como siempre ocurre en “democracia” comienzan los pasteleos entre los políticos que en la mayoría de los casos deciden en los despachos soluciones muy alejadas de lo que dicen los votantes.
Toca hablar a nuestros gobernantes. Y entre todos una declaración me llama la atención: Pablo Iglesias, líder del grupo Podemos, inmerso en  un progresivo declive de apoyos por todos las ciudades de España, aporta “sus soluciones” y anima con determinación a la gente a tomar las calles. Mi opinión respecto a esas formas la tengo clara y no voy a extenderme: leer libros te da conocimiento de las reacciones de ciertas ideologías cuando pierden fuerza en las urnas.

Hoy pienso en las distintas personas, “las gentes” les llaman, que frente al televisor escuchan las palabras de Pablo Iglesias. Pienso en mis acompañantes de viaje de la línea 134.
Pienso en las dos chicas y el chico y en la seguridad de lo receptivos que seguro estarán ante el líder que les está encauzando y canalizando su odio.

Y pienso en la próxima vez que coincidan los cuatro en el bus de la línea 134.

Me costará olvidar el silencio de los tres cuando se giró la chica de la bandera; en la receptividad de los tres a esa incitación al odio; si realmente acudirán obedientes a donde les manden sus amos, los propietarios de sus opiniones. O, por el contrario, ejercerán su libertad para pensar como quieran, pero con el convencimiento de que el único sitio donde se debe ir es a los colegios electorales el día que toque. Igual que lo están haciendo tantos millones de jóvenes que el 15 de mayo del 2011 ocuparon pacíficamente la Puerta del Sol de Madrid y hoy, 7 años después, están castigando EN LAS URNAS a los que tanto les prometieron y nada les han dado.

Nadie merece ser tan sumiso para obedecer a los que te incitan contra otras personas.

Nadie merece tener miedo por llevar una bandera de España anudada a la cintura.

El futuro de nuestra gente joven está en la fuerza que salga de la suma de unos y otros y en el respeto a las diferentes opiniones. El éxito del futuro de todos ellos estará en la certeza común de rechazar a aquellos que incitan al odio y en conseguir tener una sociedad en donde la chica de la bandera, la chica de Fuencarral, camine sin temor por cualquier calle y camino de España.

foto sacada de la manifestación celebrada en Barcelona el 9 de septiembre del 2018