El 7 de noviembre de este año vimos a la princesa Leonor
dirigirse al público en la entrega de los Premios Princesa de Girona.
Algunas fechas antes, el 23 de septiembre, otra niña,
GretaThunberg, acaparó focos en su aparición en la semana climática en Nueva
York.
Ambas niñas tienen dos cosas en común: se trata de dos niñas gestionando
el paso de niña a adolescente y las dos son el centro de atención de un gran
despliegue mediático.
A partir de esta realidad incuestionable, todo en ellas son
diferencias. Y tantas son esas desemejanzas que cada una marca y muestra un
estilo de vida. Y ambos estilos de vida, de la mano de las implacables redes
sociales, suponen un reto para sus familiares cuya misión es “educar”, palabra
que viene del latín “educare” que significa conducir.
En ambas hay una proyección de un modelo, de un tipo de vida.
La una y la otra son un patrón para una sociedad que cada vez piensa menos por
su cuenta y más al dictado de las redes sociales.
Y esa responsabilidad dirigida en la enseñanza del tránsito a
la madurez de Greta y Leonor tiene una trascendencia mayor que en cualquier
otra niña, puesto que, por fortuna o desgracia, ambas marcan tendencia.
Y en este encaje de la responsabilidad de sus familias
comienza la gran diferencia; por el lado de Leonor se intuye un cuidado y un
calor especial enfocado a proteger la intimidad.
En respeto, y por respeto, a aquellos que sin duda están
velando por ese paso en Leonor, no hablaré más de ella.
Sin embargo, Greta, expuesta y alentada por su familia a esta
exposición, sí me da permiso a opinar.
El padre de Greta, Svante Thunberg es un bohemio adinerado,
cuyo trabajo consiste en la representación de cantantes y/o artistas entre las
que se encuentra su mujer, Malena Ernman y madre de Greta, con participaciones
incluso en los conocidos festivales de Eurovisión.
Greta hace su primera aparición el 20 de agosto del 2018 en
donde de repente se ausenta de clase y permanece sentada impávida en el suelo
frente a la fachada del Parlamento sueco con una pancarta escrita por ella
misma, ¿por ella misma?, en donde se lee “huelga escolar por el clima”.
La niña padece diagnóstico de
Asperger y TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo). El golpe mediático provocado
por “la niña frustada” ese 20 de agosto tiene una acogida muy importante…, tan
importante como que de manera inmediata aparece un libro “nuestra casa
ardiendo” en donde se explica con todo tipo de detalles el sufrimiento de la
pequeña Greta que ha querido morir varias veces de inanición = matarse de
hambre.
Su salto a la fama es rápido y
fulgurante, y en muy poco tiempo Greta se encuentra dando una conferencia en la
sede de Naciones Unidas a cuyo término se produce una gran y larga ovación
dedicada a la niña que en ese momento es un mar de lágrimas y aparece rota de dolor. El padre, en primera
fila, aplaude como el que me más.
Extenderse más en las experiencias
que está viviendo Greta en el último año es ridículo. Conocidas son sus
exigencias allá donde va para demostrar con gestos y hechos su lucha a favor de
Planeta. Ya no está sola como aquel 20 de agosto; ahora se desplaza con unos 25
asesores. Siendo bien pensados, podríamos deducir que el padre valora que la
labor de su hija es tan positiva para el mundo que “consiente” tanto dolor y
pena en su hija sacrificándola y sacrificándose él mimso. Esto tendría un pase,
si no fuera porque Beata, su segunda hija y hermana pequeña de Greta, asoma
como segunda “niña prodigio” y al trastorno TOC que padece como su hermana
Greta, ella añade: TDAH y con episodios
“violentos y repentinos estallidos de ira” dirigidos hacia su madre a la cual
obliga a caminar por la calle con el pie izquierdo. Así se puede leer en el
libro antes citado. En Suecia Beata comienza a encabezar manifestaciones contra
el bullyng.
En esta sociedad de pensamiento único
y tan alimentada de y por lo “políticamente correcto” ya no pueden sorprendernos
que la admiración recaiga en el modelo de Greta frente al de Leonor.
El aplauso unánime de gobernantes del
mundo ante Greta contrasta con ese silencio obsceno de los políticos ante el
espectáculo bochornoso en el exterior del Palacio de Congresos en Barcelona en
donde cientos de energúmenos quemaban fotos de la niña y su familia.
La sociedad se maravilla y asombra
con más entusiasmo con la palidez enemiga y hostil de la sueca ante la sonrisa
luminosa de Leonor.
Difícil pronosticar qué será de estas dos niñas en un futuro.
No soy futurólogo ni adivino. Una seguridad sí mantengo: la hostilidad de Greta
solo infunde pena y suspira por un sincero “suerte”; mientras que la estética
de Leonor anima al afecto e inspira por un sencillo “enhorabuena”.