El conde Rostov en 2020.
Pocas actividades encuentro más gratificantes que la lectura.
De todos los múltiples beneficios, uno resulta especialmente llamativo: la
capacidad de transportarnos a épocas pasadas y conocer personajes
sorprendentes; épocas y personajes ficticios y reales que se repiten en nuestro
mundo presente.
Este es el caso del conde Aleksandr Ilich Rostov, condenado a
muerte en el año 1.922 por los bolcheviques. Su importancia mediática permite
que se le conmute la pena máxima sustituyéndola por un arresto domiciliario que
el aristócrata debe de cumplir en el hotel Metropol, alojamiento de lujo
situado a poca distancia del Kremlin, en pleno centro de Moscú.
Mientras en Rusia se está desarrollando uno de los períodos
más turbulentos de su historia, Amor Towles, autor de esta obra, y a través del
conde Rostov, nos acerca a la realidad de aquellos políticos que instalaron el
nuevo régimen dispuesto a erradicar las costumbres decadentes de aquella Rusia
de los zares.
En hotel Metropol se mantiene abierto el restaurante Boiarski
que hasta pocas fechas antes era el núcleo de los banquetes al que acudía la
aristocracia rusa. En plena revolución el aspecto del local no ha cambiado…,
únicamente las personas que acuden sí son diferentes.
El conde Rostov se persona una de las noches en el
restaurante y le pide al maítre Andréi una botella de San Lorenzo Barolo para
acompañar a su comida, un osobuco. El maítre le indica si puede acompañarle a
las imponentes bodegas que el hotel tiene en la planta inferior…
“con sus pasadizos abovedados y oscuros y el frescor de su
microclima, la bodega del Metropol tenía la belleza sombría de las catacumbas.
Sólo que, en lugar de sarcófagos con retratos de santos, lo que había en el
fondo eran estantes llenos de botellas de vino. Allí había reunida una
colección asombrosa de cabernets y chardonnays, rieslings y syrahs, oportos y
madeiras. Un siglo de cosechas de todo el continente europeo.
En total había casi diez mil cajas. Más de cien mil botellas.
Y todas si etiquetas.
-¿Qué ha pasado?-exclamó el conde.
Andréi asintió con gesto sombrío.
-Presentaron una queja ante el camarada Teodorov, el
comisario de Alimentación, porque se supone que la existencia de nuestra carta
de vinos contradice los ideales de la Revolución. Se supone que es un monumento
a los privilegios de la nobleza, la decadencia de nuestra intelectualidad y la
abusiva política de precios de los especuladores.
-Pero ¡eso es ridículo!
-Se celebró una reunión, se realizó una votación, se entregó
una orden… A partir de ahora, el Boiarski sólo servirá vino tinto o blanco y
todas las botellas costarán lo mismo.
Con una mano que nunca debería haber servido para ese
propósito, Andréi señaló un rincón donde, junto a cinco barriles de agua, había
un montón de etiquetas tiradas en el suelo.
-Hicieron falta diez hombres. Les llevó diez días completar
la tarea-explicó con tristeza- ahora esas botellas descansan en las residencias
de los padres de la Revolución.
Los bolcheviques , tan decididos a recrear el futuro a partir
del molde que habían fabricado ellos, no descansarían hasta haber arrancado,
despedazado o borrado todo vestigio de la Rusia que él conocía."
Épocas y personajes
reales que se repiten en nuestro mundo presente.