Dedicar un tiempo a reflexionar sobre el rumbo al que se
encamina nuestra más reciente política causa entre perplejidad e incertidumbre.
Las personas llamadas a ser modelo de dignidad y honestidad, institucionalizan
con sospechosa frecuencia el impudor y la descompostura.
Habiéndose apoderado del “bien”, el destino de todos aquellos
que difieren en las palabras, sentimientos y actitudes del “bien” es el
ostracismo y el desprecio. Los elegidos manejan la verdad a su conveniencia y
antojo condenando a “los malos” al aislamiento y al destierro social obligados
a caminar como apestados.
Así vamos viviendo una aceptación de la existencia de un
único pensamiento que controla las palabras como primer paso para pasar posteriormente
a controlar las mentes. Así los términos “democracia”, “libertad”, “justicia”…
tienen una única lectura: la de aquellos que se han apoderado del “bien”
penando a los discrepantes a cargar con la etiqueta de variopintos o pintorescos
individuos, cuando no peligrosos y nocivos, sujetos merecedores de vigilancia.
Y adueñándose de la virtud de ser poseedores del pensamiento,
los gobernantes van cometiendo injusticias que son aceptadas como “necesarias”
e “imprescindibles” por los súbditos ciegos y/o anestesiados, partícipes del
principio característico de los “buenos dictadores”: poder cometer actos
manifiestamente injustos.
Con rapidez inaudita esta España contempla el posicionamiento
injusto de iguales que son tratados de manera distinta según sea su ideología
y/o lugar de nacimiento. El extremeño, gallego, andaluz se ve en la obligación
de aceptar injustos beneficios de los que disfrutan los catalanes y/o vascos.
Beneficios que van más allá de los económicos llegándose al privilegio de ser merecedor
de la gracia de pertenecer a los superiores.
Con celeridad se acomoda un tipo de vida, a través de las
leyes, para favorecer a aquellos ciudadanos
que, integrados en la casta de los privilegiados, delinquen teniendo permiso para contravenir las normas.
Con presura se da por bueno la institucionalización de la
mentira si ésta va encaminada a favorecer a los propietarios del “único
pensamiento” que tienen la aceptación y el aplauso de su utilización en aras del
bien común.
Y conviene recordar que esta manera de dirigir es idéntica al
comunismo o al nazismo del reciente siglo XX en donde unos pocos, los “buenos”,
señalaban a los “malos” y formulaban el trato al que había que condenar a todos
aquellos alejados del pensamiento único establecido.
Gobernantes mentirosos reconocidos por todos; personas
ocupando puestos de enorme responsabilidad gracias a sus compañeros de lecho;
ciudadanos obligados a pagar impuestos cuyo destino es satisfacer las
“necesidades” de aquellos ciudadanos que proclaman sin pudor ´desear acabar´
con sus financiadores… Y así un largo y penoso etc. lleno de sinrazones,
arbitrariedades, atropellos e inmoralidades aceptado con júbilo por los
“buenos”, aceptado con temor y miedo por los señalados y asumido con cómplice silencio por la
mayoría.
Con todo, y superando cualquier previsión, hay
acontecimientos que franquean lo imaginable; es el caso del silencio de los regidores de la
Comunidad Autónoma de las Islas Baleares, la ocultación y el tejido formado
entre ellos para protegerse ante la red de prostitución que desde hace más de
10 años se producía en los centros de acogida para menores dependientes del
IMAS (Instituto Mallorquín de Servicios Sociales) y que afecta a más de 25
niñas entre los 13 y 15 años y que incluso afecta ya en los 30 centros
de Mallorca y por lo tanto a la casi totalidad de las niñas “custodiadas”.
Si ya vimos como el marido de Mónica Oltra, vicepresidenta,
portavoz y ¡¡consejera de igualdad y políticas inclusivas!! de la Generalidad
Valenciana fue condenado a 5 años de prisión por el delito continuado de abuso
sexual a una menor de 13 años tutelada por los servicios sociales del Gobierno
Autonómico, este reciente caso de las niñas prostituidas en Baleares toca los
instintos más bajos del género humano.
Este escenario con las niñas tuteladas prostituidas resulta
devastador y define la conducta del feminismo radical, que no sólo no condena
estos hechos, sino que incluso los disculpa adoptando sin ningún pudor el grado
de ideologización al que están sometidas obligadas a “mirar para otro lado”
puesto que los proxenetas son de su cuerda.
En este contexto deambulan los políticos encubridores
quedando definidos como auténticos chulos y
como personajes miserables y soeces.
Echando un vistazo a este marco queda perfectamente definida
una sociedad entera que se muestra incapaz de levantar la voz ante unos hechos
tan malvados y perversos.
“En nuestra larga vida como policías nunca hemos escuchado
declaraciones tan duras como las relatadas por estas niñas” son las primeras
manifestaciones públicas de los agentes encargados del caso. Pues aún así, los
políticos se niegan a abrir comisiones que permitan pedir responsabilidades
políticas, blindando a estos personajes bajo cuya responsabilidad estaban estas
niñas “disfrutadas” por unos indeseables.
Sería de una tremenda candidez considerar que en un futuro no
se nos va a exigir responsabilidades porque presenciamos estas tropelías.
Nuestra culpa es mucho mayor; es la culpa del que claudica de manera resignada
ante el hecho más bochornoso ocurrido en los últimos años en Europa.
En el nazismo algunas niñas fueron liberadas de ser gaseadas
al considerar los “buenos” de aquel momento que valían para el goce y disfrute
de ellos mismos o/y amigos afines. Una perfecta cadena de complicidades
consintió que ocurriera este drama. Todos permanecieron muy unidos; muy
callados.