Me encuentro entre las personas
que creen que las cosas no pasan por azar. Hay razones concatenadas, conectadas
entre sí, que se escapan a nuestro intelecto; ocurren y ponen a prueba la
fortaleza de las personas de manera individual, y al conjunto de la sociedad de
manera universal. Cuando estas “cosas” son de signo positivo, los individuos
nos acoplamos de manera rápida a ella. Sin embargo cuando los hechos tienen un
efecto negativo, la adaptación es mucho más difícil y exige en los individuos
una preparación diferente, un acondicionamiento que debe de ser producto de un trabajo
muy reflexivo que nuestros ciudadanos deberían tener muy interiorizado desde
hace tiempo. Ante una situación de estas características se requiere tener
acumulado unos hábitos que, me temo, están muy distantes de lo que en la
actualidad tenemos.
La planificación que desde la
educación se está transmitiendo resulta disparatada y muy alejada de la
realidad. Organizar a nuestros jóvenes, a nuestra sociedad, en base a que solo
es válido lo que uno desea (con el añadido del plus de “calidad” de vivir
totalmente alejados del “NO”) lleva a la conclusión de tener un colectivo
infantilizado, candoroso y simple preparado para vivir en una felicidad light,
carente de esfuerzo y penalidades.
Con bastante frecuencia esta
realidad se va tapando con un proceder blando y protector de las familias que
“financian” este estado del bienestar ficticio e igualmente se abriga con el
acomodamiento de la Educación que como institución se ha adaptado de manera
rápida a estos nuevos tiempos convirtiendo las aulas en una especie de
“campamento de actividades” guiados por animadores.
Y si tuviéramos preparados una
sociedad fuerte, dura, compacta y resistente solo parecería necesario colocar
al frente de la nave a unos gobernantes formados, juiciosos y maduros para
afrontar con éxito cualquier problema.
“Todos los desastres que han
asolado el mundo provinieron del intento de los líderes políticos de ignorar la
realidad” escribía Any Rand, filósofa y escritora estadounidense, en 1.905.
Cuando aparece un desastre es entonces cuando el asunto se
complica. Porque la clase política que padecemos no sólo carece de liderazgo
para enfrentarse a lo que se avecina, sino que suponen un lastre más a tan gran
desafío.
De un tiempo a esta parte el
gobierno se ha parapetado en un fortín plagado de marrullerías, mentiras y
artimañas enfocadas a mantenerse en el poder a costa de cualquier cosa. Y
ahora, cuando hay que tirar de una dirección sólida y fiable, nos encontramos
en manos de unos incompetentes peligrosos que a su irresponsable forma de
conducirse añaden una insensata soberbia y altanería.
Nuestro “líderes” piden ahora una
España unida cuando cobiernan con personajes como Montserrat Bassa (diputada
ERC) que en el Congreso de los Diputados afirmó “me importa un comino España”
con las risas cómplices y agradecidas del que ahora les exige cohesión.
Nuestros “líderes” piden a las
personas que no salgan a las calles por temor a contagiar el virus mientras el
vicepresidente Pablo Iglesias se presenta en el Consejo de Ministros con su
pareja, Irene Montero enferma, sin ningún tipo de pudor.
Nuestros “líderes” nos dan cada
día cifras y datos de contagiados, enfermos y muertos exigiéndonos que creamos que la información
es verídica cuando las mentiras vertidas por los miembros de este Gobierno son
tantas y tan variadas que han convertido la verdad en un mensaje desconocido e
inédito por su poca frecuencia.
Este gobierno “bonito” de
postureo y fotografías es el que pone multas el 16 de marzo por salir a la calle cuando la OMS
(Organización Mundial de la Salud) advirtió al Gobierno el 3 de marzo del
peligro de permitir aglomeraciones en Madrid y éste hizo caso omiso e incluso
alentó desde la propia administración a las mujeres a acudir a la manifestación
del 8M… con las ministras provistas de guantes…para no contagiarse. Este
gobierno “feminista”, considerando que “los réditos propagandísticos que la
celebración del 8M rinde al sistema son mucho más valiosos que el contagio de
unas cuantas”, es el que anda desde hace un año muy pendiente de cambiar el
vocabulario hablando de trabajadores y trabajadoras, conductores y conductoras,
etc etc y ahora se instala en la vergüenza de tener que hablar de infectados y
enfermos prescindiendo del femenino.
Este gobierno que exige
disciplina a los ciudadanos permite filtraciones en los Consejos de Ministros
que transmiten en directo las decisiones pasando a ser ridículas las ruedas de
prensa posteriores ya que todo lo que se va a comunicar es sabido por todos
antes de la conclusión de las reuniones.
Y con todo, lo más grave y
alarmante en vista de lo que se nos avecina sigue siendo la irresponsabilidad
de estos gobernantes infantilizados que promueven el mínimo esfuerzo como si la
vida y sus trampas se solucionaran con memes simpáticos, candorosos y simples.
Si el Gobierno eligió como lema
guay para la manifestación del 8M “sola y borracha quiero llegar a casa” lo más
prudente que puede hacer ahora es callar y dejar paso a las cientos de miles de
mujeres, médicos y enfermeras, que desde hace mucho tiempo llegan a casa “solas
y cansadas quieren llegar a casa” para reponer fuerzas y estar puntuales al día
siguiente en los hospitales para ayudar al país a salir de la dramática
situación que estamos viviendo.
Y este lenguaje gestual
adolescente que llevamos sembrando entre nuestros jóvenes en donde se transmite
un “porros y birras” como vehículo para la felicidad queda como un bochorno y
va a resultar totalmente inútil ante lo que realmente se avecina. Esta
Educación protectora y simplista ha llevado a convertir en héroes a nuestros
jóvenes porque tienen que estar 3/4 semanas sin salir de casa, cuando la
realidad es que esta “heroicidad” es mínima ante lo que nos va a exigir la
crisis económica que viene.
La mentira, irresponsabilidad e incapacidad de los actuales regidores que con tanto ahínco han sembrado este proteccionismo de slogans y memes tienen que dar paso a aquellos jóvenes y “jovenas” que han cimentado su proyecto de futuro en el
esfuerzo, el sacrificio y el empeño. Ellos son los auténticos héroes que nos van a sacar de esta crisis.