Homenaje a las VÍCTIMAS Covid19

 

El año 2020 será recordado por el año del covid19, el año de los 70.000 muertos.

Y llegada la noche de Fin de Año, por una vez, los españolitos volvemos a hacer algo a la vez: el cumplimiento habitual de tomarnos las 12 uvas con el ceremonial que merece la despedida del año y dar la bienvenida al nuevo.

Cada persona maneja la contradicción de compartir la alegría y el infortunio en esta “celebración” del adiós del 2.020. En la privacidad de cada casa, hoy hogar más que nunca, queda la competencia de organizar el dolor de manera cercana o mirando hacia otro lado.

Pero cuando la intimidad de cada domicilio se abre a la compañía de las cientos de cadenas de televisión, entonces el desafío pasa a las cabezas pensantes de tanto directivo/creativo/asesor. En ellos recae la responsabilidad de aunar tristeza con paz, dolor con consuelo y transformar la pena en esperanza para ayudamos a espabilar a los que estamos vivos y a reírnos el año que viene.

Pero, como podía esperarse de una estructura general centrada en alimentar esta época bajuna invadida por la mediocridad y la vulgaridad, las televisiones prepararon un batiburrillo de simplezas y hasta ordinarieces lejanas a lo que debía haber tenido un contenido gentil con los cientos de miles de españoles que se llevó la pandemia por delante. Al final no es otra cosa que la consumación de un apartamiento de la cultura, obsequiando al ciudadano con lo que de manera dócil acepta como “bueno”: la falta de talento.

Pese a todo, la Puerta del Sol de Madrid recibió el año nuevo con la actuación de Nacho Cano, auténtico homenaje a las víctimas del covid19.

Una interpretación llena de gusto, elegancia y belleza más bien extraída de otra época en donde el prestigio y el aplauso se deja para los eruditos e instruidos.

Una lectura de la coyuntura que consiguió homenajear no solo a los más de 70.000 fallecidos sino a la CULTURA, compañera insustituible de la VERDAD y enemigo sobrio de la manipulación.

La parca coreografía en el atuendo de un coro revestido de una mímica puesta al servicio del respeto que merecen los homenajeados.

La cercana belleza de la cantante Maryan Frutos, moderada en sus gestos y hermosa en la interpretación.

Los arreglos musicales creados para la ocasión por Nacho Cano, incorporando a la melodía festiva la caricia de la mesura.

Una actuación excepcional culminada con el dedo índice del genial compositor señalando el cielo que requería como aplauso el silencio respetuoso que merecían las víctimas de la pandemia. Un silencio considerado, simbolizado en el crucifijo que llevaba Nacho Cano en el bolsillo de su cazadora que perteneció a un sacerdote fallecido en abril, acompañante habitual de los enfermos ingresados en IFEMA.

El resultado: un canto a la cultura que jamás se olvida de aparecer para recordarnos las capacidades que tenemos los humanos de permanecer en el tiempo y que relega al olvido a los mediocres.

La cultura deja a su paso un rastro que permanece en los tiempos.

Y este 31 de diciembre del 2.020, con este prodigio que nos ha regalado Nacho Cano, ha supuesto una exhibición de la grandeza de la libertad que permite elegir para homenajear a las víctimas del covid19 entre admirar la voz de Maryan Frutos o pasmarnos ante el despliegue de muslo y teta que de manera tan jovial nos obsequió Cristina Pedroche.

Ustedes mismos…   


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