miradas II

 

La pandemia nos ha obligado a adaptarnos mediante un aprendizaje forzado, y forzoso, a situaciones impensadas, con el agravante de haberse presentado súbitamente.

Con la única preparación que proporciona aquella que procede del arraigo de hábitos sólidos y compactos, las personas se han administrado su particular “manual de resistencia”.

Y en una sociedad cada vez más carente de políticos capaces de aunar prestigio y crédito para liderar una estrategia respetada e influyente, el ciudadano ha tenido que echar mano de su fortaleza individual y…sobrevivir.

Este es el chequeo al que nos hemos visto abocados como sociedad.

Con todo, este azote de pesadumbre nos deja nuevos hábitos  que abren revelaciones válidas fusionadas a esta nueva manera de vivir; nos referimos a las mascarillas, compañeras obligadas e inseparables del nuevo ciudadano, que han destapado el valer de las miradas.

La mirada, hasta hace poco mecanismo inicial y preámbulo de una relación, se ha convertido en acceso esencial y exclusivo del contacto con el ajeno.

A modo de “curso avanzado de nuevas tecnologías”, la urgencia de la pandemia nos está enseñando a interpretar las miradas.

Y ahí andamos: detectamos con entretenida sorpresa que en el chequeo de las miradas descubrimos el deseo, la sinceridad, la tristeza y hasta el miedo.

Incluso prestando atención, se reconoce a las personas vacías en contraste con las rebosantes de vigor de otras; y aquellos que examinaban la presa con ojeadas a la figura, ahora se ven obligados a recurrir como técnica de cortejo a recabar información recurriendo a una simple mirada.

Se acabó aquel inquisitivo “mírame a los ojos” dirigido al ausente para sustituirlo por el más actual “no me mires tanto” como huída a tanta atención.

Tanto tiempo de acercamiento para intentar ver el más allá de las personas se ve reemplazado por miradas que no pueden disimular estar diciendo lo que la boca calla.

Y ahora es fácil percatarse del pesimismo de las miradas hacia atrás frente a las dirigidas adelante.

Para algunos aún quedan las socorridas gafas de sol como barrera ante tanta exposición de intimidad.

Ya no es posible mirar donde no se debe

Ahora quedan desnudas las cientos, miles de historias que hay detrás de cada mirada.

Cada uno desplegará su manejo de las relaciones fabricándose estrategias para no quedar al descubierto ante la fragilidad de su mirada.

Aún con todo, yo siempre me quedo con las miradas de la gente que ve la vida con ojos distintos de los demás, que consideran las cosas de otro modo que la mayoría.; son aquellos que la mascarilla no les han cambiado su afabilidad en la mirada.