Sofía

 

Sencilla, recogida y limpia.

Hoy los rayos rompen el cielo, pasan seis segundos y se escucha el trueno. La naturaleza. Viva. Placer escucharla de mil formas estos últimos días. En forma de agua componiendo un río. En forma de viento moviendo el bosque. En forma de silencio al dormir.

Hace ya algunos años recibí el encargo de organizar un musical cuyos protagonistas debían ser alumnos de un colegio de Toledo. Cada martes y jueves me desplazaba desde Madrid para trabajar con aquel grupo de niños del que la máxima dificultad consistió en la preparación de la “cantante”, una niña de diez años.

De manera simultánea al puro trabajo técnico de ir acoplando el tono a su voz y desbloquear su timidez, cuidamos educar a nuestra “pequeña estrella” evitando cayera en un excesivo egocentrismo. Y todo fue muy fácil.

Llegó junio y el grupo actuó.

Finalizó el curso y nuestra cantante marchó de vacaciones. “Gracias, qué bien nos ha salido” fue  su despedida.

Durante los años siguientes me crucé muchas veces con ella.

Y la vi crecer, cambiar su andar, mover de diferente manera sus manos de la forma en que los niños van exteriorizando su paso a la adolescencia: guardando para su interior los cambios del alma. Así Sofía se abrió paso entre los adultos.

Y a través de su mirada, sencilla, recogida y limpia, se percibía que se desmarcaba a como los adultos  vamos moldeando las maneras de los adolescentes: negociando con la sonrisa, con la belleza o con los afectos para acomodarlos al mundo que los acoge.

Pocas palabras.

Sencilla, recogida y limpia.

Años después la “cantante”, una vez finalizada su estancia en el colegio, dijo adiós a su época escolar.

Y con el adiós vinieron las despedidas: cada alumno y cada alumna a su estilo: las hubo rasgadas, fingidas, sinceras y hasta tiernas… las pocas. Las demás, nunca las sabré porque cuando alguien se despide, el diálogo entre dos pasa a ser de cuatro: el que se despide, el que se queda, el tiempo y la distancia. Las despedidas son breves: un abrazo, una mirada, unas palabras y alguna lágrima perdida.

El último día, todo el alumnado fue convocado a teatro del colegio, el escenario donde hacía ya unos buenos años escuché aquel “gracias, qué bien nos ha salido”.

Y de entre las filas del centro “la pequeña actriz”, rompiendo el riguroso orden preestablecido para la celebración de aquella jornada de clausura, subió hasta la última fila en donde me encontraba. Y de manera sencilla, recogida y limpia volví a escuchar “qué bien nos salió”.

Junto a nosotros oí el comentario despectivo de un adulto: “adolescentes”.

Y es que a veces la naturaleza está viva. Y se descontrola. Y los rayos rompen el cielo y pasan seis segundos hasta que se escucha el trueno. Y hay personas que son naturaleza: son agua que componen un río, es viento moviendo el bosque, es silencio al dormir.

Sencilla, recogida y limpia.